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lunes, 4 de junio de 2012

De vuelta al Destino (o Torre Vigía II)



Remember: Torre Vigía http://decafelitoychocolate.blogspot.com.es/2011/06/torre-vigia.html


No me di cuenta que llevaba la cabeza gacha, hasta que una sombra incoherente se cruzó en mi camino.
En ese momento se mezclaron diversos sentimientos: pena, al percatarme de que llevaba un rato con la cabeza hundida, replegada sobre mí misma. Asombro, al ver como los detalles de la calle habían ido penetrando en mi ser, en mi ánimo, de manera imperceptible. Había recogido pasos, huellas, escalones, colillas y sobretodo sombras.

Sombras voladoras de gaviotas y palomas, sombras de señales de prohibido, no-sombras de árboles caídos, miradas sombrías… Y esta sombra incoherente, de forma a-sombrosa que ahora me hacía alzar los ojos para saber de dónde provenía…

Tenía las formas sinuosas de una mujer, pero terminada en una cola de pescado. Sí. Era la sombra de una sirena, reflejada una ventana y luego más difusamente en el suelo. Y a mí las sirenas me traen muy buenos recuerdos…así que sonreí mientras mis ojos buscaban lo que mi corazón ya sabía que había encontrado: una plazoletilla perdida, a la que siempre llego sin darme cuenta…unos bancos….una fuente…un par de naranjos… y el escaparate de una tienda de anticuario a la que hacía años que soñaba con volver.

Allí colgaba el cartel de madera “Sirenas” como un presagio, moviéndose con el viento, columpiándose en un leve vaivén. Entré con el corazón latiéndome a toda prisa, con los cinco sentidos puestos en cada objeto, objetos que se realzaban a sí mismos como si tuvieran luz propia, como si fueran un espejismo. Tal es el efecto que suele causarme la belleza: me extasía, me corta la respiración y el habla, me rompo en pedazos de mí misma (no en un sentido negativo, sino aumentando mi superficie de contacto con el mundo) y rompo en pedazos cualquier objeto frágil que trate de asir.

Por eso en un primer instante sólo estuve. No sé por cuánto tiempo. Pero es magnífico cuando uno puede sólo estar, y ser feliz con ello, sin necesidad de pensar en nada. Luego se agolparon en mí los recuerdos y las ideas y las palabras… La última vez salí de aquí con el corazón lleno y un barco de papel en las manos (y un barbero de barro en la mochila ;)) ahora entraba con un barco de papel para siempre en la piel de mi espalda y el corazón como un tangram al que debía buscarle una nueva forma.

Indudablemente sonaba Gardel. Mano a mano en un tocadiscos que imprimía a la melodía tintes melancólicos de auténtico tango. Y la puerta que daba a la escalera…la puerta que subía al Destino…abierta como siempre, invitándote a seguir.

Esa torre…ya pensé que había perdido para siempre esa torre…

Subí sin sentir ningún reparo la escalera. Me sentía segura. Cuando uno encuentra su Destino es fácil correr hacia él: lo piden los pies, la cabeza, el cuerpo entero que grita ¡ahora!

Llamé a la puerta, y una voz me dijo “Pasa Ina, ya tengo listo el café”. No pregunté nada, imaginé que me vio llegar a la plaza, pero me encantó ver que a pesar de los años recordaba mi nombre.
Ahora no quedaban rastros de sus creaciones de papel pero sus innumerables pilas de libros seguían rodeando las paredes, encuadrando fotos y retratos. Por allí encima seguían Las Ciudades Invisibles y volví a sonreír. Desde entonces había vuelto algunas veces al libro y me había regalado conversaciones fascinantes.

-¿ Sabes? Es de esos libros que uno nunca acaba de leer, dije recordando las palabras de Irene. De los que acaba apareciendo una y otra vez en tu vida.

Él sonrió. Era precioso escuchar una sonrisa en el Destino. Era lógico, y normal, pero no por ello dejaba de ser hermoso

–Sí-dijo- A mí me encanta la ciudad de los espejos.

Yo no la recordaba.–No la recuerdo- dije.

-Bueno quizás no exista necesariamente en el libro…quizás ,me la contó Marco Polo allá en el palacio del Kublai Kan…




`[La historia continúa en la siguiente entrada "La ciudad de los espejos"]

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