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martes, 6 de julio de 2010

Hoy he dejado colgado mi disfraz de mariposa nocturna y lo cierto es que me siento en parte extraña por estar escribiendo a plena luz. Casi que siento mis palabras un poco desnudas y expuestas, desprovistas de ese ambiente de intimidad que me proporciona mi flexo y la pantalla de mi ordenador.

Hoy he tenido un sueño horrible, quizás incluso yo sea la culpable. Llevo muchos días dándole caña a mis cuentos para contar, y entre ellos quería uno que impactase y hasta doliese. Duele...de hecho duele.

Una mujer en una cocina, lleva una túnica holgada, para que no se vean sus curvas (o más bien ángulos) si bien se adivina que está muy delgada. Está preparando tortas de maíz, muy finas, casi transparentes. Entra otra mujer, ésta más contundente. Más contundente en todos los sentidos, tan contundente que incluso da miedo.
Tiene aspecto sombrío, pero apacible.
La rodea por la cintura, y en ese abrazo de apariencia frío puede verse como la primera mujer es aún más delgada de lo que esperábamos. La besa en el cuello y le pregunta: -¿no han venido los niños aún?

La primera mujer niega con la cabeza y continúa para arriba y para abajo preparando un salón de juegos. Juguetes antiguos, raídos, pero de esos que aún fomentan la imaginación.

No tardarían en llegar los niños. Hacían años que venían. Los más mayores ya estaban resignados a ello. Los pequeños aún protestanaban cuando su madre los dejaba allí, mientras que iba a intentar ganarse un jornal aunque no fuese posible todos los días. Aún así aprendían rápido, los más pequeñitos eran los que más rápido aprendían de que de nada servía quejarse, sólo para gastar energías.

Y al fin comenzaron a llegar. De todas las edades, morenos, con unas sonrisas preciosas. La primera mujer se desvive con ellos, los abraza, los acuna, les canta.
La segunda permanece apartada, mirando.

Pero no les gustan, a los niños no les gustan ninguna de las dos. Vienen cada día resignados pero con un vacío descomunal dentro, como una pesadez que duele y va doliendo cada vez más con el tiempo.
Preferirían correr junto al río, jugar al escondite, ser niños. Sin embargo las miradas en esa sala no reflejan niños. Nadie corre, pocos juegan, sólo aquellos que acaban de llegar...

La mujer delgada reparte una ínfima cantidad de tortas semitransparentes entre ellos. Se produce un ligero alboroto, lo más cercano a un instante de alegría. Los ojos dan las gracias, las sonrisas dan las gracias, los estómagos no tanto.

A la hora de irse algunos niños lloran: "Mamá, por favor, no me traigas mañana" A la madre se le saltan las lágrimas, no tiene otra opción que seguir llevándolos.

Cuando se van todos, la segunda mujer sonríe, tierna. "Me haces casi todo el trabajo". La otra no dice nada, le mira a los ojos. Nunca dos vacíos tan profundos había coincidido en el espacio y en el tiempo. Ambas se abrazan, se desnudan, se acarician...

Una aldea de América. El hambre y la muerte juguetean, se abrazan, son una.
Los niños quieren ser niños.

miércoles, 30 de junio de 2010

Otra de sombras (Con amor para José)

Estoy flotando en la apacibilidad de un cuerpo en vacaciones, que acaricia con su espalda una colcha ya con arena de playa. El fresquito entrando por la ventana y mirando la inmensa pared verde y el espejo deformante...no sé si soy yo entera o por partes. Me explico: ayer fui manos y piel...tacto...fui tacto dulce y áspero y húmedo y seco. Fui arena y sol, playa y cosquillas...una fuerte e irresistible tentación de cosquillas...vivas y desternillantes. Hoy he sido ojos... ojos que reclaman atardeceres y anocheceres... y pará qué hablar de la obsesión de los amaneceres...Ojos...Que han lubricado el desierto de mis mejillas con los adioses...nuestros adioses... Suena a agua, la fuente de abajo que corre y corre...será que ahora soy oídos...Aunque no soy casi nada...es como si flotara en esta pura y amada horizontalidad...en esta pesca de musarañas (con queso de bola, siempre pesco con queso de bola...), en esta marañana de pensamientos intermitentes que van y que vienen. Si fuera de día estaría viendo el Tyndall a través de la ventana, como es de noche me fijo en las sombras. Y hete aquí que vuelvo a llegar al problema de las sombras. Hoy las sombras son sombras vivas. Me explico: de repente soy memoria y me recuerdo mirando a una pared. No es raro. De hecho en el tiempo presente estoy mirando una pared. Pero esta vez recuerdo que estoy obligada a mirar a la pared y veo sombras.
Es una pared de piedra, una gruta o carvena (sí una caverna, esa es la palabra, caverna). Son sombras de fuego y están vivas...y me imagino los hombres que las proyectan y juegan con ellas...los niños (porque en verdad son niños los que juegan con la luz) y quiero ser como ellos. Pero no sé cómo son ellos, porque desde que los vi yo los he creado, les he dado un nombre (niños) y una ocupación (jugar). Me gustaría volver la cabeza y ver cómo son en realidad y preguntarles si ellos también me han creado a mí en un intento de romper las barreras que nos separan. Me pregunto por qué no puedo salir de la cueva. Y decido romper mis ataduras. Pero soy muy poquita cosa, así que tuve que esperar a que el tiempo las desgastara.
Me volví y miré. No eran niños ni estaban jugando. Unos hombres, prematuramente envejecidos...cansados muy cansados... se dedicaban a proyectar las sombras. No sonreían. Ni sus labios ni sus ojos, ni su tacto. No jugaban. Ellos también estaban encadenados, obligados a mostrarnos el mundo que querían que viésemos. No lo pensé. Me senté en mi roca, y decepcionada volví a mirar a la pared. Prefería el mundo que yo había creado...con niños y juegos...Mis sombras...quería mis sombras...

Y de nuevo intangencia...a parte de memoria he debido ser subconsciente...lo sospecho por una gran mancha de baba en el cojín. Miro de nuevo las sombras que proyecta mi flexo, las verdaderas, la sombra de la trompeta de Juan y mi dromedario de peluche. Estoy determinada a ser ojos. Pero no veo nada. No hay nada. Nada que se pueda ver. Quizás el subconsciente me hablara de amor...de cómo creo a las personas a las que amo, gracias al fuego... Pura fantasía...Quizás me hablaba del despertar de los sentidos a la vida (que luego nos manipulan y nos engañan) Quizás solamente evocara un mito que siempre recreé como quise...y siempre quise recreearlo con la humanidad con la que él siempre hace las cosas. O hacía las cosas.
Reinventar la caverna...de nuevo...en su honor...Como reinventó a Caín, a Cristo, a la ceguera, a la lucidez o a la mismísima muerte y sus intermitencias.

Ahora sí que soy memoria y alma, literatura si es que puedo llegar a serlo. Miro al techo y me lamento haber tardado tanto en recordarlo. En hacerle homenaje.

Ahora soy boca y muda. Porque el mundo ha perdido una de las pocas bocas que seguía luchando por la sociedad. Hasta el fondo.

Ojalá su final hubiera sido como el mejor de sus finales. "(...). Al día siguiente no murió nadie."

[No le destrozo a nadie nada, lo grande es lo que dejo en puntos suspensivos]

Por siempre y para siempre, de parte de un mundo que seguro nunca te olvidará.
Para José Saramago.

viernes, 4 de junio de 2010

Fiat lux

Dicen miles de mitos sobre la creación del mundo que de barro fuimos hechos...

Estaba el alfarero haciendo hombres y mujeres de barro. Cantando...mezclaba sones nuevos en un mundo imperfecto e inacabado... Como imperfecto e inacabado era su conocimiento del barro, que acababa de empezar a usar. No sé si lo habreis intentado alguna vez pero los primeros intentos...son siempre desastrosos (muchos sabeís mi increíble experiencia de infancia y las clases de modelaje). El hecho es que andaba un poco desanimado porque las personas le salían con poca pinta de persona, de hecho no les salían con pinta de nada... Al final pensó que no le vendría mal un torno... y puso el planeta a girar. Ahí nacieron la noche y el día. No lo había planeado y le sorprendieron. Pero era bueno. Y se sintió orgulloso.

Era un desordenado, como buen artista bohemio que se precie. Así que amontonaba los esbozos imperfectos unos sobre otros...y de ellos surgían a veces montañas (si el barro estaba duro) o desiertos...La tierra entera, en resumen... así que acabó desperdigando esa esencia de barro por cada esquina, por cada valle, por cada estrella...Eran trocitos de hombres...nuestra misma esencia...y eran buenos.

Sus dudas se multiplicaban, y el estrés crecía, ¿sería verdad que no servía para crear seres con vida? Había días en que pensaba en tirar la toalla...otros cantaba y trabajaba mañana y noche, sin descanso... su sudor y sus lágrimas impregnaban el barro, formó ríos y mares. Y de sus suspiros y resoplidos se crearon los vientos... Pura suerte, pero era bueno y bello.

Un buen día...no recordaba él bien cuándo... tenía unos seres algo feos pero no estaban del todo mal. Empezó a imaginarlos haciendo maravillas, poblando sus casualidades, viviendo en paz, compartiendo con él tardes de juegos de mesa y almuerzos de domingo. Porque se sentía solo...muy solo...por eso los creó, a su imagen y semejanza los creó. Imperfectos y desordenados los creó.

Los tenía sobre su mesa de trabajo dispuestos en fila, uno detrás de otro. Cada uno diferente como todo trabajo artesanal. Y él seguía soñando con a dónde llegarían, qué buenas creaciones serían, y miles de cosas más. Así, distraído...soñando...los metió en el horno y sonrió...al fin algo que valía la pena...

Se fue a dar un paseo y a tocar la guitarra que hacía varios días que ni siquiera la sacaba a que le diera el aire. Tan satisfecho y feliz como estaba se le pasaron las horas sin que se diera cuenta. Cuando llegó, el barro se había hecho pedazos...

Nadie puede entender cómo se sintió en ese momento...cuando todo su trabajo se fue a pique. Los miraba si poder creérselo...chamuscados y rotos.
Mucho tiempo estuvo tirado en su hamaca, mirando al cielo...haciendose preguntas...martirizándose.
Lo volvió a intentar... conciéndolos durante menos tiempo...pero explotaban...explotaban. Y si sólo los secaba al sol no resistían a la lluvia. Tenian que cocerse pero no sabía cómo.
Con cada intento fallido...su corazón se iba haciendo pedazos...y él cada vez se sentía más pequeño. No sólo se rompían los no-humanos sino que era él mismo el que se rompía en mil y se desperdigaba entre los fragmentos de barro.

Un día, cansado de los humanos, estaba haciendo un botijo, así tal cuál, ya que tenía bastante práctica y le salían muy bien. Y como cada día hacía preguntas y las lanzaba al aire. No sabía por qué los botijos no estallaban si sólo eran un trozo de barro hueco... y esa palabra...hueco...resonó entre las montañas y los valles. Rebotó en el fondo del botijo y le golpeó en la cara. Algo así como zas en toda la boca. Y lo vió claro... se le había olvidado ahuecar a las figuras...

Así con barro reutilizado para no gastar demasiado, volvió a hacer las figuras en las que ya era un experto, las abrió por la mitad y las dejó vacías por dentro. Luego unió los pedazos y las coció. Esta vez no explotaron... quedaron unas figuras más sólidas aunque frágiles a los golpes. El barro del que estaban hechos estaba impregnado en ansiedades, en preguntas, en trozos de su propia alma... es decir, que estaban vivos... Había conseguido hombres con vida. Pensó que era bueno y se fue a descansar.

Y aquí estamos, nosotros, llenos de preguntas y ansiedades. Hechos de la misma esencia de la tierra, incendiados por un fuego que nos solidifica y mantiene nuestra forma. Frágiles, huecos. Buscándonos las maneras de llenar nuestros vacíos. Los unos con los otros. Sociales. Diferentes y complementarios. Nosotros, los imperfectos, los desordenados. Un dios en cada hombre. Alfareros que crean, que rompen, que queman, que explotan, que aprenden, que cantan, que lloran, que crean, que rompen y que se rompen...que dan la vida y que la quitan. Nosotros, los imperfectos, los desordenados. Hijos del barro, del fuego, de los suspiros. Causa y efecto del "hágase la luz".

La creación según una noche de primavera.

Porque si somos barro. Porque si nos sentimos Tierra...Deberíamos mancharnos las manos y reparar las rendijas que nuestra imperfecta y desordenada raza ha infligido en nuestra frágil estructura...

sábado, 22 de mayo de 2010

Ir a la luna

Me llamo Lilith. Lilith Anam. Bonito nombre para la dama lírica de un cuento. Sólo que esto no es un cuento. Y yo nunca fui una dama.
Necesito ayuda. Y mi problema es bien sencillo: quiero ir a la Luna. No repararé en gastos ni agasajos para la persona que consiga llevarme. Me va la vida en ello. Verdaderamente en ello.

Un tal monsier no-sé-qué me prometió hace meses un cohete. Le di el dinero necesario para que fuera comprando los materiales y preparando el viaje… aún no he sabido nada de él y ya he perdido la esperanza de volver a verlo. Eso para que os fieis de los franceses que se autodenominan monsier.

La historia es bien sencilla. Es una historia de amor. Como todas las historias pero algo diferente. Porque él está al otro lado de la Luna.
Al principio comenzó como todo: con un escalofrío y un bocado en el estómago. Yo había recorrido todos los lugares del mundo, de boca en boca, de barra en barra…y ebria como cada noche, envuelta en perfumes baratos, imitaciones de Chaneles…volvía a mi habitación en el cuarto piso de una casa del centro.

He de decir que soy poeta. Y puta. Pero tengo más vocación por lo primero. Por ello tenía todos los estantes de mi estudio llenos de papeles desordenados y libros apilados. Por ello también, y es lo que importa, tengo un sentido del romanticismo poco práctico para el día a día.
Como iba diciendo llegué, tacones en mano como siempre por los malditos escalones irregulares de la escalera, y salí a la azotea porque me diera un poco el aire. Estaba mareada.
Me tumbé en el suelo y miré a las estrellas (era una noche calurosa de verano).

Entonces lo sentí: el escalofrío y un bocado en el estómago. Y supe que me estaba mirando, en la luna sí…en la luna…que me miraba llena y brillante, tan grande como nunca. Y supe que era amor. Porque el cielo sonreía, y la luna sonreía y las estrellas parpadeaban incrédulas de que a alguien como a mí me pudiera pasar algo parecido. Que alguien como él…príncipe de la noche en los cielos…se fijara en mí…sierva de la noche en la tierra.

Porque sólo un príncipe podía conjurar a la brisa para que me acariciara la piel de esa manera…como si fueran sus manos…y sólo él podía hacer que la música silenciosa del universo murmurara entonces dentro de mí esa danza desenfrenada…pum pum pum pum…

Quien crea que me hallaba bajos los efectos del alcohol o alguna droga…, piensa como lo hice yo a la mañana siguiente cuando me despertó el sol en la azotea. Fue todo un buen sueño…un buen viaje y poco más… Pero me inspiró tanto que estuve escribiendo todo el día y toda la tarde…destrozándome los sentidos para buscar las palabras más precisas. Se me olvidó desayunar, y almorzar. Cuando me percaté había caído la noche. Me vestí: vaqueros y camiseta, ni maquillaje ni perfume. Y subí a la azotea, con la intención de pasar la noche allí. Rememorando una de las mejores veladas de mi vida, aunque la creara yo.

Pero vaya usted a saber por qué, él me estaba esperando, en la Luna. Había salido temprano para no perder ni un minuto y el universo reía a carcajadas de una manera… que sólo podía significar amor.

Bailamos en un frenesí de suspiros y me vi reflejada en las pocas nubes que osaban allanar nuestro trocito de cielo. Tiramos del mantel del universo y volcamos platos, vasos, estrellas y cometas. Murmurando sin sentidos y sintiendo sin murmullos de asombro. Como si nos hubiéramos conocido de siempre. Como si cada noche él me hubiera visto partir desde la Luna sin atreverse a sonreírme.

¡Ay pero la Luna queda tan lejos!... Durante el día estaba ensimismada…apenas salía… sólo escribía…el contestador se fue llenando…y con el tiempo vaciando de mensajes. La noche ya sólo era mía y suya. Dejé el trabajo porque las esquinas se ven desde el cielo. Perdí el alquiler.
Y vagué, vagué, vagué… a su lado pero tan lejos… Que de repente no me bastaba que los cielos sonrieran… quería verle pero cara a cara, fundirme en su abrazo, reflejarme en sus ojos. Corretear por los campos áridos lunares y flotar con los vientos celestes. Plantar girasoles en los cráteres y hacer sombras chinescas en la cara oculta de la luna.

¡Y en los días de luna nueva!.. Me encerraba en mi cuarto y cerraba las persianas por no ver el cielo sin él…por no escuchar su silencio… Cuando perdí mi casa pasaba la noche en los bares…cuanto más ruidosos y concurridos, mejor…Para que al menos mi huérfana piel sintiera el contacto con la vida, en medio de la muchedumbre.

Y durante el día pido cohetes, malvendo poemas, miro al cielo y maldigo al sol.

Me llamo Lilith. Lilith Anam. Esto no es un cuento. Yo nunca fui una dama. Y mi problema es bien sencillo: quiero ir a la Luna.






["La gente tiene estrellas que no se parecen nada. Para los que viajan, las estrellas son guías. Para otros, no son más que lucecitas. Para los sabios son problemas. Para mi hombre de negocios eran oro. Pero todas esas estrellas están calladas. Tú tendrás estrellas como nadie las tiene.

- ¿Qúe quieres decir?

- Que cuando mires al cielo por la noche, como viviré en una de ellas, como reiré en una de ellas, para ti será como si rieran todas las estrellas. ¡Tú tendrás estrellas que saben reír!."

El Principito. Antoine de Saint-Exupery


A todos mis amores platónicos.]

miércoles, 12 de mayo de 2010

La noche...las sombras

Esta es de las cosas que me pasan que son como para no creérselas. No os culpo, entre tanta literatura a veces uno no atina a saber cuándo hablo de mí y cuando me convierto en uno de mis personajes.
Este hecho extraordinario me ocurrió el domingo por la noche.

La cosa es que iba andando tranquila por la calle de vuelta de la biblioteca. Era madrugada bien entrada. Ni un sólo alma. Mi cabeza creando relatos, a todo tren, como siempre que no es momento de escribir. Se me cruzó un gato negro que siguió un rato andando delante mía. No soy supersticiosa, lo digo a título anecdótico. Se me acabó la batería del MP3. Tampoco nada extraordinario en eso.

Llegué a casa sin que nada fuera de lo normal ocurriera. Iba muy dormida eso sí. Estaba muy lejos de aquí, muy lejos. El portal estaba abierto...lo que también es común. Vamos, una noche muy normal hasta que llegué a la primera planta,a mi propia puerta, y aquí viene el hecho inaudito (sobretodo en alguien tan meticulosa y ordenada como yo ¡je!), ¡me había olvidado las llaves!

Hay veces que mi parte buena me dice que no toque al timbre, después de todo el día estudiando mi conciencia estaba aplastada por kilos de conocimiento, o por intento de este de establecerse entre los hilos de mi imaginación. Así que llamé. A bocajarro o a jarroboca. Pero no me oyeron: mi madre tenía turno de noche, mi padre y mi hermano podrían dormir dentro de una hormigonera. No los culpo, yo también podría dormir en cualquier sitio...siempre cuento lo de las almohadas...para qué repetirlo.

La cosa es que acabé en la escalera. No era la primera vez ni creo que sea la última.
Me acomodé como pude e intenté dormirme. Pero ahí estaban mis relatos, para ametrallarme la cabeza. Luego estaba el ruido de los contadores de la luz...me ponían nerviosa, como los segunderos de los relojes que hacen ruido. Terribles, totalmente terribles. No sé qué cabeza macabra los idearía.

Para relajarme algo, me dediqué a intentar escribir. Me bajé al descansillo para que por lo menos me diera la luz de la luna (estaba llena y alta, en eso tuve suerte). Saqué el bolígrafo y ¡no tenía folios en blanco!. Me reí, me da por reírme en esas circunstancias y empecé a escribirme el brazo izquierdo, en letra pequeñita.

Y escribí... Algo espeluznante...aterrador...escribí sobre el miedo. No sé si no me acuerdo o no quiero acordarme. Pero ahí estaba, un relato que me producía sudores fríos...los contadores...la luna...las sombras proyectada por ella...Las sombras...el sueño que me perseguía y se cansaba...mi subconsciente...mi consciente aletargado...mi interconciente y mi supraconciente...todos ellos...el miedo...

Y dolía, lo que escribía me dolía y me quemaba, el boli se paraba como si no quisiera seguir con esa dolorosa actividad nocturna desquiciada. Pero estaba atrapada en un frenesí literario, casi placentero.

Mi miedo, nuestro miedo, el miedo en general...ese que no sale en las películas, ese que nada tiene que ver ni con la noche, ni con los asesinatos, ni con los fantasmas...Ese que nos interrumpe en la ejecución de un acto, en la pronunciación de una palabra. El de romper con todo o empezarlo todo, de rompernos y volvernos a recomponer... El miedo a hacernos daño, el miedo que da la vida y la muerte...sobre eso escribía pero no sé cómo ni específicamente de qué.

La noche...los contadores...el miedo...el sueño...mis miedos...los ojos que se cierran...mis sueños...el bolígrafo que resbala...las pesadillas que me despiertan...el brazo que ya no tiene sitio...la pierna que comienza a ser torturada de miedos pasados y futuros...la sangre que me arde...los contadores...como segunderos...las sombras...las no llaves en mi bolsa...Los miedos a mis sueños...las pesadillas a mis brazos...los bolígrafos a mis llaves...las sombras a mi bolsa...las sombras a mi bolsa...las sombras a mi bolsa...Porque noté un zarandeo y cuando abrí los ojos ya no estaban allí, era la mañana temprana, de luz rosa y gris. Pero yo sabía que en algún lugar las sombras esperaban, para dejarse caer sobre mí con todo su peso.

Mi vecina, la que me despertó, tiene las llaves de mi casa. Me las dio y pude entrar. Reventada, me fui directa a la ducha para prepararme para ir a prácticas. Con los ojos pegados y un automatismo digno del mejor de los sonámbulos y del peor de los despiertos, me fui desnudando. No me miré al espejo, pero hubiese sido un cuadro digno de verse. Mi cara de dormida, mi brazo pintarraqueado entero, mi pierna a medio escribir...Un cabezazo...iba a necesitar café con cafeína, droga dura para la menda.

Agua caliente, gel de aloe, sólo el agua cantando...hoy no había fuerzas ni ganas para recitales...Y de repente abrí los ojos desmesuradamente, y la boca en un grito impronunciado...se detuvieron los segunderos, probablemente también los contadores...mi corazón empezó a latir como loco (y eso que aún no me había tomado el café). Las sombras tomaron forma por todo el baño, o al menos a mi la luz me parecía más tenue... Mi brazo, mi pierna...que debían estar llenos de la tinta de mi bolígrafo... estaban de un rojo vivo, con cada palabra escrita en la piel como si me la hubiesen marcado a fuego. Intenté restregarme...pero me dolían inmensamente...en las entrañas y hasta en el alma (dondequiera que ella esté).
No desaparecían. Mi brazo y media pierna. La piel de mi casi medio cuerpo. La mano con la que trabajo a diario aunque con menos precisión que con la otra... Mi tacto oscuro que tanto aprecio...Alterado para siempre... Porque en el momento que me miré supe que sería para siempre...

Y esos sudores..., esas palabras impronunciadas..., esos gestos inacabados..., esa vida..., esa muerte..., ese tangram roto y recompuesto..., ese inconsciente consciente de todo lo que el miedo podía, pudo y podrá...ahí en mi piel.

Para que cada día cuando me mire al espejo pueda ver las cicatrices que el miedo, el verdadero miedo dejó sobre mí.

[Todos alguna vez hemos estado en la oscuridad, con las puertas cerradas y sin forma de abrirlas. Todos hemos sentido ese miedo a no saber cuándo ni por dónde. Lo bueno es que siempre llega la mañana, alguien que nos zarandea, la hora en la que los segunderos se vuelven de nuestra parte (incluso los ruidosos desagradables). Y cuando nos miramos al espejo, a veces reconocemos las cicatrices que dejaron nuestros momentos de oscuridad y nuestros miedos. Sin embargo, a mi cuando me pasa, y me veo en el espejo con ese brazo escrito y esa pierna a medio escribir sonrío, porque al fin y al cabo llegó la mañana. Y porque aún me queda libre un brazo diestro, una pierna completa, media pierna y un tronco que tras las sombras me quedaron intactos...para luchar contra los miedos...para decir, para terminar gestos...,para vivir y romperme,...con toda seguridad también para morirme...Habrá más cicatrices, y algunas puede que del miedo, otras de la vida...se me olvidarán las llaves y puede que en noches más putas...de luna nueva...me vuelva a perder...a dañarme...Pero despertaré. Despertaremos...os lo puedo prometer...despertaremos y aún nos quedará piel intacta para proteger a nuestros sueños y mantener a raya a nuestras pesadillas.]

domingo, 9 de mayo de 2010

Exactamente todo

Érase una vez una boca. Sí lo sé: yo y mi fijación con las bocas, qué vamos a hacerle. El caso es que no puedo cambiar el cuento porque faltaría a la verdad y eso no me lo perdonaría, así que no era una nariz, ni unos ojos... sino una boca.

Vista desde fuera, era la más común de las bocas: unos dientes, unos labios, una lengua...nada que la diferenciara de las otros tantos millones de máquinas de masticar, salivar y escupir palabras que andaban por las calles... y sin embargo, algo había que me hacía pensar que no era cualquier boca.

Era un sentimiento extraño, de estos que asaltan a una sin saber muy bien por qué. De estos que mezclas con tu locura cotidiana y que se alzan con una idea fija, más allá de la realidad y de la cordura.

Algo escondía, algo escondía esa boca...

Y de repente, me vi con licencia (no sé si me la dió mi mente o mi cuerpo, mis ojos, o el dedo meñique de mi pie derecho) para indagar. Me convertí en detective privado por así decirlo, sin ton ni son, sin comerlo ni beberlo, sin esperarlo ¡yo desentrañadora de misterios! ¡de secretos guardados! (guardados tras los labios).

Rápidamente me puse a hacer la maleta con todos los útiles que pensé podrían servirme para la tarea. Recordé a todos los detectives de los cuentos y de los dibujos animados de cuando niña...no me sirvió ninguno...Ellos no sabían de bocas...

Improvisé. Unos fósforos, mis marionetas y mis cuentos, un par de caramelos...y ya llevaba de más. Era tanto peso mi miedo, más lo que llevaba de fuera...que me sobraba todo...o prácticamente todo...sí, todo...exactamente todo...

Y busqué...busqué a esa boca que un día vieron mis ojos y escucharon mis oídos...pero no la encontraba... no la encontraba...
Hasta que por casualidad, volvió un día a cruzarse con mis ojos, que le gritaron a mis oídos, que le gritaron a mis pies, que le gritaron a mi boca y mi cuerpo entero que temblaba de pies a cabeza... Y en ese chillido interminable, en ese estremecimiento ajeno y propio (de mis miembros por separado y de mí misma al completo) me fui acercando, farfullando cuentos de atrás a delante, mezclándolos todos...intentando sacar mi único arte.

Y esa boca, que escondía algo sí o sí, dejó escapar el primero de sus secretos que era una sonrisa...no una sonrisa como la de los otros millones de bocas sino una llena de luz y de todo...o prácticamente todo...sí, todo...exactamente todo... Un terremoto de comisuras y dientes, abismo entre infinitos...
Y ya no había marcha atrás, ya no podía dejar de escuchar lo que esa boca, cuyo segundo secreto era la palabra afilada y precisa...tenía que decirme. Ya se habían cerrado las puertas de salida, y con llave.

Estaba atrapada... en las llanuras abisales de esa boca que aún no comprendía y que aún hablaba a unos palmos de mi boca...y lo decía todo...o prácticamente todo...sí, todo....exactamente todo. Y yo en el último intento de que mi boca acabara siendo algo ante esos ojos (que se merecerían de por sí otro cuento...o exactamente todo...) encencí mis fosforillos, para esparcir algo de fuego fugaz y luz propia y le invité a caramelos para que tuviera algo dulce que morder y saborear. Y reía...ahora reía... y ya no era ni el tercer ni el cuarto secreto sino todos los secretos en esa fina lluvia regeneradora, saliva cálida de la primavera temprana y de la mañana naciente.

Y me quedé sin armas ni ardides, sin tácticas ni estrategias...a un palmo de mi boca...esa boca y sus secretos... Porque algo escondía y yo lo sabía...detective inexperta...Lengua indecente que ahora no sabe explicar el secreto que entrevió...

Porque no se puede...
porque no se puede...
al menos yo no puedo...
explicar un beso.


[dedicado a la boca que se esconde, tras las cuerdas y los acordes de mi guitarra]

De nuevo, la palabra

Por no agolpar palabras en laboca ni llenarme el paladar de despedidas absurdas o de excusas poco trabajadas. Por no explotar de tantas percepciones ciegas, sordas, mudas y anodinas. Por no agriar mis dulces mieles (si alguna vez fueron dulces) ni testar en mi piel la terapéutica medida del olvido.

Por eso y no más escupo estas palabras vacías y pomposas. Para demostrar que mi lengua aún no ha muerto ni para la palabra ni para el beso. Por que a escribir se aprende escribiendo y a amar...no se aprende... Y porque al menos lo primero no deja muchas cicatrices (o eso al menos parece).

Porque sin nada que perder y sin nada que ganar, gano perdiendo kilos vacíos de sentimientos expansivos que no me dejaban lugar para el alma (dondequiera que ella esté).

Por excéntrica, porque sí y porque no. Por usar un cuaderno nunca empezado. Y evadirme. Y desentrañar nudos. Y encender hogeras. Y cicatrizar heridas. Y liberar sueños.

Para eso nació mi escritura, para romper mi antigua jaula de versos y enterrar a mi vieja y difunta poesía entre sonetos sugeridos arrítmicos y asonantes.
Porque quiero dejar atrás los pseudónimos y los nombres para firmar como simplemente yo.

Por no explotar de percepciones ciegas, sordas, mudas y anodinas.

[Relato inicial de mi cuaderno de escritura tras mucho tiempo en el que se me apagó la palabra]

Hoy vi pasar un río (con amor para Mario)

"Esta entrada se la dediqué hace un año, con el título "Con amor para Mario", a Mario Benedetti. Al día siguiente, fue el día que murió. Cuando me lo dijeron, no podía creérmelo. Borré la entrada. Pero, pensándolo mejor, he creído que aunque no tenga mucho sentido subirla porque es un poco rara, sigue siendo un homenaje hacia la persona que más me ha hecho sentir con sus relatos y sus poesías. Si podeís, leed Hoy y la alegría, es muy grande. Los párrafos entrecomillados son sacados literalmente de ese relato.



Hoy vi pasar un río. Y sonreí. No todos los días ve una pasar un río. La verdad es que tuve suerte.
Hoy vi pasar un río y en el sorpresivo encuentro jugueteé a adivinar sus peces y sus algas, su fondo. Contuve el aliento al remojarme los pies en su frío abrazo. Y chapoteé, mojándome los bajos de unos (ya de por sí) desastrados pantalones. Lodo, agua dulce y libertad: panacea de una tarde de primavera.
Pasó un río, y en un curioso abrir y cerrar de ojos, el engranaje de los relojes se quedó paralizado y el universo, expectante, dejó de desordenarse. En algún lugar temblaría una estrella.
Correteé a la vereda no sé si huyendo de mi sombra o devorando el camino. Trastabillé como siempre, me reí como nunca.
Los pájaros arremolinados, sorprendidos por mi desacostumbrado despliegue de energía, se preguntaban a dónde iría, de dónde vendría y si no habría perdido el norte.
Yo en mí misma, arremolinada, sorprendida por el desacostumbrado divagar de los pájaros, me preguntaba cómo volaría, desde dónde me lanzaría y si no estaría ganando el sur.
Hoy vi pasar un río y “poco importaba que no fuera domingo ni primavera, igual me sentía dispuesta a que algo extraordinario me purificase”. Y mis roquillas y mi mar me miraron con descaro y a su hipotética pregunta no pronunciada, les contesté ¿por qué no?
El sol me susurró hasta mañana. El río continuaba imparable, no sé bien si hacia el mar (a pesar de lo que digan todos los libros de geografía e historia natural) o si decidiría, en algún momento torcer en un recodo y susurrar también hasta mañana.
Nada puede parar un río. Ni los absurdos intentos de ponerles embalses y presas. Todo lo lleva o lo erosiona, o lo mece como las hojas que, caducas, se dejaron caer.
Yo, cansada de correr me tumbé en una sombra y musité: “hoy y la alegría”. Así, desordenadamente,” hoy y la alegría”. Porque me había dejado llevar por el impulso supremo, por el juego inabarcable. Me dejé guiar por el río, sus orillas y riberas.
Y es que el amor, inmenso río, no puede pararse.
“Hoy y la alegría, sin vacilar, sin pensar en rehusarla, sin alejarme obsesivamente, sin hacer nada, sin hacer absolutamente nada”.
“Por eso le puse a este espacio hoy y la alegría. Sencillamente , hoy y la alegría porque era la cúspide, el apogeo de mi juego, de la terrible tensión seguida del agotamiento de ese mismo juego, de la terrible desaparición de usted. Era el tiempo en su exacto valor: el hallazgo y la pérdida, el consuelo y la desesperanza”.
“Y todo lo cumplí”.

[Sin venir a cuento: un soberano abrazo por el anciano anónimo que hoy potenció la fuerza y la buena energía para que naciera esta historia. Bravo a él y a la pareja que bailaba sin música (eso quizás os lo comente en otra ocasión…]

Por mis azoteas

Iba pescando mojarritas por los rincones empenumbrados de las calles estrechas, tendiendo ropita al sol de las azoteas: esas azoteas tantas veces exploradas ¡tantas veces!. Sus pasos resonaban sonoros en los adoquines e imprecisos por el eco que levantaban en una calle sumida en la hora de la siesta.
Pero no era como cualquier tarde, ahora todo era distinto. Era un tránsito de imágenes blancas y grises. Como una fotografía en blanco y negro no muy bien enfocada: con los contornos difusos y las sombras confundidas.
Mira que estaba floreada y colorida la primavera y que gladiolos y claveles asomaban con desparpajo de las macetas. Que la ropa tendida semejaba un carnaval de colores como el de aquí, pero cálido y desarropado (casi desnudo) como los del trópico.
Pero ella, rondadora incansable de las calles de la ciudad, seguía su camino más allá de las ventanas adornadas e incluso de las azoteas. Alto…, muy alto flotaba y se miraba a sí misma. O mejor dicho, a los trozos de sí misma que iba laboriosamente recogiendo su sombra. Llevaba apagadas.., susurrantes.., dos palabras colgadas de los labios. Ese era quizás el motivo para que el sol huyera en una tarde calurosa de mayo: se avergonzaba de brillar menos que esas dos palabras, y calentar menos que su boca.
Y es que aquella tarde, antes de que el sol se atenuara, y cuando aún andaba al ras del suelo, giró aquella esquina y vio ante sí a los ojos diana de aquellas dos palabras. Y sonrió a la sonrisa portadora de su esencia, mientras en su pecho despertaba una multitud ruidosa y desbocada. Entre el ruido, no pudo más que dejar colgadas de sus labios las dos palabras, coloridas también como la ropa que colgaba de los tendederos. Cálidas y desnudas como el carnaval y el trópico.
Y torpemente, con descuido, soltó otro par de palabras de esas de usar y tirar que a nadie le importan demasiado:
“Hasta luego”- dijo.
“Hasta luego” le devolvió él como los adoquines le devolvían sus pasos.
Y entonces muy bajito las soltó, pero ya no había quien las oyera. Las dos palabras, las de verdad, las radiantes, se quedaron tatuadas en la piel de sus comisuras y ya nada podría cambiar el color de una tarde gris de primavera.

Del cocodrilo que se comió el tiempo (o cómo explicarle a Peter Pan para qué sirve un reloj)

Al fin comencé a leer una de las historias que más me han motivado en mi vida. Al fin, gracias a un regalo de mi librero favorito (Chencho in cuore), y, sí, en formato digital (lo reconozco para que el papi no me dé caña) he empezado a leer la maravillosa historia de mi Peter Pan.

Llevo un sólo parráfo y ya estoy embelesada con las palabras. Pero sólo cuento esto para poneros en situación: en realidad yo lo que que quería contaros es una historia sobre un cocodrilo que se tragó un reloj...

Con una pesadez de estómago mayor de lo acostumbrada, se tumbó nuestro amigo reptil en la fina arena de la playa. No era para menos: se había comido el tiempo.

Obviamente no todo el tiempo. Sólo se había tragado un reloj. Pero aún así, tal cantidad de minutos, segundos, horas y días indigestaría a cualquiera.

Se había comido una parte del tiempo y ahora no sabía qué hacer con él: los animales no son como los humanos, prefieren vivir el tiempo que devorarlo y claro, no estaba acostumbrado.

Los ratos que pasaba tirado al sol o nadando, eran sumamente pesados: si los estaba disfrutando le agobiaba ver cómo se sucedían los tic-tacs que acercaban la hora de descansar. Si estaba cansado o aburrido el engranaje parecía haberse detenido y no pasaban las horas.
Además, ¡qué mala suerte la suya! sus presas se alertaban de su llegada. Todo por ese absurdo y estúpido reloj.

Un día, tan enfadado estaba que decidió vengarse de la mente perversa capaz de crear semejante aparatejo. Investigó por todo el río y un pajarito (de esos que se enteran y lo cuentan todo) le dijo que era el hombre quien lo había inventado. Él se sorprendió: sabía que el hombre era un animal un poco bestia pero pensaba que sus inventos siempre le facilitaban la vida. ¿Y para qué lo quieren? Preguntó temeroso de resultar muy estúpido al no encontar la utilidad que le darían los humanos. El pajarillo se encogió de alas y se echó a volar: yo sólo se que se comportan como si fueran sus esclavos.

Esa palabra le daba vueltas y más vueltas:esclavo. Él también se sentía esclavo en parte de esa pesadilla de sonido: tic tac tic tac tic tac...nunca acababa.
No lo podía creer: aquel suplicio tenía que tener una ventaja muy grande para que alguien lo llevara a todas partes, por eso dedició ir a buscar a un hombre para que le contara para qué servía el reloj.

Se enteró de que un poco más arriba vivían unos piratas y decidió hablar con su jefe (que por descontado sería el más preparado e inteligente de la manada).
Pero para su decepción el tal Garfio salió corriendo en cuanto se le acercó diciendo que iba a preguntarle una cosa.
Se ve que tenía miedo a que le preguntara algo complicado, pues no parecía muy inteligente.

Volvió a su orilla. Torturado por ese monótono tic tac tic tac tic tac...

Mientras Garfio lloraba acobardado en su camarote. Aquél no era su día. Había vuelto a encontrarse con los Niños Perdidos. Frente a los demás fingía que los odiaba y que quería matarlos. Por las noches...al apagar los candiles...se metía llorando en la cama recordando al niño que nunca le dejaron ser. Y además, por si fuera poco hoy había visto como le perseguía el tiempo.

Obviamente no todo el tiempo. Solamente un reloj.

Y esto lo sé porque me lo contó Peter, un día que entró por mi ventana abierta. Quería que le ayudara a buscar y coser su sombra. Le dije que estaba de suerte, que últimamente de coser y de sombras estaba puesta un rato.
Cuando estaba terminando, y me preguntaba a mí misma si sería digna de volar e ir a Nunca Jamás, Peter me preguntó:
- Por cierto, ¿para qué sirve un reloj?
Suspiré y me encogí de hombros mientras sonreía (no sé bien si me reía de mí misma o conmigo)
- Supongo...que para no llegar tarde.

Él no entendió mi repuesta. Una parte de mí tampoco, la que se resistía a crecer, la que me quedaba de Niña Perdida. Le miré a los ojos y pasó el tiempo.
Obviamente no todo el tiempo. Solamente aquél maldito tiempo que contaba un reloj.

Tic tac tic tac tic tac...


{Con esto declaro mi batalla abierta a los jodidos relojes sobretodo a aquél que tocó la alarma cuando no debía, al que restó media hora a mi tren que se iba (conmigo dentro) y, por supuesto, al que me dejó de cafeína hasta las cejas con mil cafelitos en el alma}

Tándem o bicicleta para dos (I)

Al despertar estaba en el suelo, acurrucada en el edredón y abrazada a la almohada. A su alrededor, desperdigadas, cientos de páginas escritas y emborronadas que como ella se habían deslizado durante el sueño huyendo de esa jaula de sábanas frías y desoladas.



Fue lento su viaje desde la inconsciencia hasta el pleno renacer de sus sentidos. Su olfato fue el primero que reaccionó ante el olor a tostadas recién hechas que venía, obviamente no de su desierta cocina que esperaba día tras día el momento en el que ella decidiera cocinar, sino de la cafetería que había en el local de abajo.



Unos segundos después despertó su tacto y su espalda notó que ese roce frío y encerado no era el típico de sus sábanas y a tientas buscó sus gafas en la mesilla de noche. Sólo que la mesilla no estaba donde debía estar. Entonces decidió pasar de ese entornado legañoso con el que antes miraba, a ver de verdad y abrió del todo los ojos para darse cuenta de que había vuelto a quedarse dormida escribiendo. Se puso en pie y abrió la persiana, cerrando de nuevo los párpados ante un fogonazo de luz matinal que no esperaba. Era muy tarde. Fue corriendo hasta la silla donde descansaba desordenada la ropa del día anterior y apresuradamente se quitó el pijama, lo revoleó en la cama y se puso los vaqueros y el jersey.



Peleó cuerpo a cuerpo con sus zapatillas intentando ponérselas sin quitarles los cordones, pero tras unos minutos ellas aguantaban impasibles los envites de su pie así que decidió calmarse y hacer las cosas con cierta tranquilidad.“Vístete despacio que tengo prisa” se dijo a sí misma.



Sin intentar ponerles un orden lógico recogió del suelo sus papeles y sonrió irónicamente: aquello parecía un campo de batalla, donde siempre ganaba su ineptitud y morían los versos. ¡Si contaran como daños colaterales los hechos a las palabras qué cruel enemigo sería!...



Terminó la cafetera de escupir las últimas gotas de ese mejunje al que ella gustaba llamar café pero que bien podría llamarse caramelo, pues llevaba más azúcar y agua caliente que otra cosa. Se lo bebió de un par de sorbos, apurándolo al máximo, pelándose la lengua y aceleradamente dejó la taza en el fregadero hasta quién sabe cuándo.



Cogió su maleta del trabajo, que había permanecido cerrada desde que llegara el día anterior y revisó sus bolsillos. “llaves, cartera, móvil...todo en su sitio”. Se la echó a la espalda. Y con un portazo, como cada día, dejó atrás a las indiferentes paredes donde aún reberveraban los susurros sordos de los versos aún no nacidos y donde callaban para siempre los atildados acentos de las palabras muertas...



******************************************



Distraída cruzó la calle, con ese tipo de automatismo de por las mañanas en el que ella iba por un mundo y sus pies por el otro, sin más graves consecuencias que algún que otro tropezón. Llegó a la farola donde siempre aparacaba su bicicleta, por ser una de las pocas que se veía desde sus ventanas y sacó la llave tras buscarla al menos tres veces en el mismo bolsillo. La introdujo en el candado pero en el fondo sabía que algo no iba bien, la llavé giró..., el candado cedió... lo único malo es que ¡aquella no era su bici! Miró hacia el resto de la calle sorprendida, por estar sujetando el primer manillar de un tándem que no era suyo. Una bicicleta para dos. Aparcada en su farola ( que si lo pensaba en frío no era suya pero..en fin..) donde nunca nadie le había quitado el sitio.

Y sin embargo...sí, aquél candado con la cadena rosa y los tréboles de cuatro hojas no podía ser otro que el suyo. Y la llave lo abría....

Como en un sueño, volvió a cerrar y a abrir con la llave y a mirar hacia los lados y hacia arriba, como si alguien pudiera estar observándole. Como si alguien fuera a juzgarla, a señalarla por coger lo que no era suyo.



¿No era suyo? ¿ y por qué estaba allí atada con su cadena? ¿quién querría cambiar su bicicleta por una bicicleta para dos? Sin pensárselo muy bien llamó a la redacción y murmuró una excusa tonta que debió sonar muy convincente, porque su compañera le aseguró preocupada que la llamaría más tarde a ver qué tal iba todo.



Acelerada aún sin darse cuenta se alejó y cruzó a la otra acera. Paseó como ausente por barrios y plazas, sonrió distraída a un viejete que le dedicó su piropeo matinal. Se mezcló entre las gentes que iban y venían al mercado. Se estremeció ante el frío de esa mañana de invierno.



El corazón le latía de prisa y algo martilleaba sus sentidos. ¿Por qué? Una bicicleta de ese tipo costaba mil veces más que la suya...¿quién querría cambiarla? ¿cómo pudo cambiarla? Su sorpresa se fue convirtiendo en enfado, y de nuevo en sorpresa, y en ira y en incredulidad... Pasó por mil estados de ánimo en segundos, o en minutos o en horas quién sabe. Hasta que sel frío en sus manos le hizo volver a la realidad y se dio cuenta de que estaba congelada. Entró en un bar que no conocía. Era muy curioso: pequeño y recogido, lleno de encanto y con un camarero de muy buen trato. Pero a ella le sabía amargo. Hasta la sonrisa sincera de ese rechoncho bonachón, era amarga. Por eso no pidió un café. Sólo pidió un vaso de leche.



El camarero preguntó entonces: -¿sola?



Y todo se paralizó, y entendió que lo que le molestaba no era el robo de su bicicleta, sino el regalo absurdo que ponía de manifiesto lo que su vida rápida, sus amores de barra y su autosuficiencia habían ocultado a su inteligencia...



- Sola...- Murmuró distraída al camarero. Que le trajo al instante el vaso con un sobre de azúcar y un chocolatillo como si supiera que debía reparar el áspero sentimiento que su única palabra acababa de despertar.



Porque no había nadie a quien llevar o que llevase. Nadie a quien invitar a ese café. Nadie a quien contar que esa mañana se levantó de nuevo tarde, envuelta en versos esculpidos de soledad.



Pagó y desandó el camino. Chocando con todos. Mirando a todos. Como buscando los ojos que pudieran salvar su día. Pero no había nadie. Nadie a quien dar un paseo en la madrugada. Nadie que pedaleara en su misma dirección. Nadie a quien escuchar o que la escuchase.



Y rodeada como estaba de mentiras no se había dado cuenta. Y seguiría sin hacerlo sin no fuera por esa absurda mañana, por esa absurda bicicleta que ahora miraba desde la acera de su portal. Como si ella fuera la verdara culpable de su estúpido día. Como si su propio aislamiento dependiera de ese trozo de metal que allí permanecía impasible.



Con lágrimas en los ojos comenzó a darle patadas, hasta que dobló una rueda y se quedó sin resuello. Entonces volvió a casa, echó las persianas y se metió en la cama a esperar amargamente que al siguiente día, al abrir los ojos y mirar por la ventana en su farola no estuviera más que su viejo medio de transporte. Pero no fue así, al día siguiente, cuando todo parecía haber sido sólo un sueño, allí seguía el tándem o bicicleta para dos...



{CONTINUARÁ}

Adiós mis queridos vecinos (noviembre 08)

Ayer estuve por la mañana en una charla de Elvira Lindo. Entre todo lo que dijo me quedé con un par de cosas que me dejaron su rasgusñillo dentro, así que he vuelto a desempolvar los bolígrafos, los cuadernos y el teclado y me he puesto a escribir a pesar del tiempo y las heridas. ¿Y por qué un blog? Hace ya un tiempo me dijo un amigo que escribir en el blog era puro egocentrismo, pensar que alguien le importaba lo que teníamos que decir. Al principio pensé que sí que era un poquillo de ego, pero no. Es necesidad de comunicación. Vivimos en un mundo demasiado rápido, donde todo el mundo habla pero nadie escucha. Y es una pena, porque hay palabras que de verdad lo valen, porque podemos aprender y capturar de los otros esa humanidad que nos falta. Yo escribo aquí para compartir, ¿con quién? no lo sé. Contigo si es que estás ahí y si no hay nadie pues supongo que con el ciberespacio y con la nada (será como hablar frente a un espejo).

Volviendo a mis rasguñillos, le preguntaron a la escritora por qué un personaje conformista. Ella defendió que el protagonista de una historia no tenía que ser valiente, que había personas de todos los tipos. Que ante una puerta todos podíamos decidir si abrirla o cerrarla para siempre. El dedo en la llaga. Puertas que se abren o se cierran. Que se abren o se cierran PARA SIEMPRE.
Nunca me he caracterizado por mi valentía, ni por mi tenacidad. Soy una puta cobarde, ¿para que vamos a mentirnos? Mi razón siempre impone sus cadenas a lo que me sale de dentro: no me deja amar, no me deja superar mis miedos...

Ayer por la mañana, antes de la charla, se cerró para siempre una puerta que me dejó transtornada, con un nudo profundo en la garganta para todo el día. Vereís, como todos sabeís vivo al lado de la antigua cárcel vieja. Como está cerrada, todas las noches dos personas las usaban como casa. Al principio, sólo dormían envueltos en una manta y sobre un cartón, aunque poco a poco empezaron a construirse un refugio más grande con cartones, como cuando de chicos nos hacíamos casetas con todo lo que pillábamos en el patio o en la plazoleta pero claro, para ellos no como un juego de niños sino como una lucha vital. Siempre los he admirado, por a pesar de estar en la calle saber hacer la vida más cómoda con tan poco.
Desde que empezaron a quedarse a dormir, en los tiempos de sólo una manta siempre quise llevarles por la mañana un termito con café y algún dulcecillo. Pero no pude hacerlo. Siempre fui demasiado cobarde. No lo hice por miedo a que me despreciaran el café, por no caerles bien, porque se insultaran por mi ofrecimiento. Vaya tontería, porque después de dormir en la calle...siempre apetece algo calentito. Todas las noches que los veía al volver a casa me decía a mí misma que tenía que bajar al día siguiente. Puse incluso el despertador a veces. Pero siempre encontre la excusa para no bajar. Siempre lo dejé para mañana. Pero es la cruel trampa de los mañanas, que siempre se hacen hoy antes de que estemos preparados. Por cobarde, por idiota pasaron los días y los años. Y ayer por la mañana, de camino a la facultad vi que habían cerrado con unas maderas el porche. Era una de mis puertas que se cerraba. PARA SIEMPRE. Se han ido mis vecinos, sin su café y sin su bollito o su pan tostaíto. Se han ido mis vecinos, mis queridos vecinos, a buscar refugio en cualquier cajero. Ellos no sabían ni sabrán nunca nada del hipotético café que nunca les di pero yo sí. Y he aquí mi rasguño, el café que se me quedó dentro. O el abrazo que no di. O la risa que no reí.
Sólo me queda deciros que si podeis, haced todo aquello que os salga del corazón, que hasta para amar se hace tarde. Mañana puede que os tapien el porche. Que ya esté cerrada la puerta. Y os quedeís con el cafelito en el alma.

Adiós mis queridos vecinos, hasta siempre. Siemrpe os llevaré dentro, entre mis cicatrices a pesar de que ni siquiera conozcaís mi cara.
Adiós...

En el corazón tengo (agosto 08)

En el corazón tengo un par de heridas profundas...y por ellas escapan mis palabras. Se escapan mis palabras y se esconden más allá, mucho más allá de donde pueda ir a buscarlas, entre casas con piso de tierra y techo de cinc. Tengo un par de heridas en el corazón, y por ellas huye mi cariño hacia quien sepa encontrarlo. Y él también se esconde, como un vagabundo huye hasta donde alguien en su infinita compasión y paciencia quiera recogerlo. Tengo un par de heridas en el corazón y por ellas huyen y se expanden mis verdades, y se quedan regadas, como rocío, sobres las hojas de un platanero o de una planta de café, donde se absorben y se mezclan con su savia.

Tengo herido el corazón y por sus rendijas se escapa mi amor y se eleva hasta el cielo, hasta juguetear con las estrellas y hacerle guiños a la luna. Y huye mi fe y se entretiene a la orillita de dos mares diferentes y en la arena dibuja alas y escribe nombres.

¿y Qué voy a hacer yo sin mis palabras, sin mi fe, sin mi cariño, sin mi amor y desprovista de verdades? ¿qué hacer sino coser mis heridas y esperar a que cicatricen?

Y entonces con el corazón de nuevo hecho sólo uno, tendré que volver a hacerme vagabunda, peregrina eterna por los caminos del mundo, para ir a recoger mi cariño de allá por donde ande. Encontrarme con quien guardó algún trocito que por ahí recogiera y quiera devolvérmelo empapado en el sutil aroma de su propio cariño.

Pasear por la orilla de los mares e ir buscando mi fe y de nuevo pintar alas y escribir nombres, y repasar aquellos que la marea, traviesa, haya alcanzado.

Trepar un arcoiris hasta el cielo y allí esperar la noche, para capturar a mi amor y dejar marcas de besos en cada estrella y hacer sombras chinescas en la cara oculta de la luna con mi cuerpo y tu cuerpo como únicos testigos.

E ir al otro lado del mundo y recoger mis verdades y comérmelas y bebérmelas una a una, con el saborcillo a café dulce y a leche con banano de los desayunos frente al limonero. Y que entonces ya no sean mis verdades, sino las verdades de la tierra y de sus frutos...

Y mis palabras quizás no quieran volver conmigo y me seguirán dejando muda. Para enseñarme que las cosas bellas, las cosas amadas, las cosas pequeñas no necesitan ser nombradas sino simplemente sugeridas con el más leve susurro. Que quien ya las admira, que el que ya las ama, que el que ya las engrandece no necesita sino indicios.

Así pues aquí quedan las últimas palabras que me quedaban para compartir. Quién sabe si mi corazón lleno de cicatrices, en sus idas y venidas por los senderos del mundo tras recoger sus verdades, su cariño, su fe y su amor, podrá de nuevo dar vida a la palabra y compartirlas con ustedes, con vuestros corazones en este humilde blog. Hasta entonces, adiós y buena suerte.

A mis dos heridas...abuela, Nicaragua...

Oda a la patata (junio 08)

A la patata.
Alimento servil y nutritivo. Feo, lleno de tierra, de piel áspera.
A la patata, que nace bajo tierra y se alimenta de los nutrientes de esa tierra que le ve crecer. Que se baña en su agua, que se impregna en su arena.
A la patata que no crece hacia arriba intentando subir, escalar y llegar al cielo, sino que su importancia reside más allá de lo que puede verse. Que alimenta sus raíces, que guarda sus secretos al sol que da la vida.
A la patata, alimento de pobres. Calma del hambre de quien no tiene otra cosa. Princesa desterrada de la mesa del gourmet. ¿Quién entre la multitud de frutos de la tierra elegiría a la patata? No es llamativa como las naranjas o los limones o castiza como la aceituna. No es exótica como el mango o dulce como el azúcar.
Es sosa sin ningún aditivo (a no ser que se sale o se la meta en salsa).
Pero la patata, que echa raíces pero crece en multitud de tierras, que siempre acompaña a otros alimentos más suculentos y llamativos, esa patata terrosa, rasposa, sin mucho sabor, salvó a nuestros antepasados de morir de hambre: puede que aún siga salvando a gente en muchos diversos lugares del mundo.
A la patata, de la cual había miles de especies a principios del siglo XX y ya sólo sobreviven unas pocas (gracias a las políticas económicas restrictivas de unos cuantos coquitos mundiales, a los que por cierto poco les interesa que ni los vegetales ni las personas crezcan hacia las raíces).
Para ti, alimento de vida...a pesar de tu imagen, a pesar de los prejuicios...porque mientras otros busquen su media naranja: fruto altivo, vistoso, lleno de jugo...algún día yo buscaré mi media patata: donde el alimento esté en el interior, y haya amado la tierra y se haya fundido en un abrazo con ella en lugar de huir hasta las más altas ramas.
¡¡¡¡¡A la papa!!!!! ¡¡¡¡¡A la rica papa!!!!!!!

Decir por decir (mayo 08)

Escribir, escribir, escribir, escribir. Pensar. Contar. Ser contado. Ser acariciado por las palabras. Tinta. Tecleeo. Lucha. Deseo. Mirada. Escribir, escribir, escribir. Sentir pasos y pisadas. Volar. Estar enamorada. Romper platos. Beber los vientos. Andar descalza. Coger olas. Sentarse a solas. Besar, besar, besar. Arrancar los pesares. Surcar los mares. Descubrir los imposibles. Verdear la primavera. Manifestar intenciones. Vaciar la nevera. Llenar los cajones. Disipar la niebla. Derramar los abrazos. Recorrer los caminos. Caminar, caminar, caminar. Elegir un destino y pasarlo por alto. Cantar a voces. Soñar a veces. Secarse al sol. Leer amaneceres. Robar miradas de soslayo. Liberar esclavos. Romper cadenas. Volar cometas. Paarpadear incrédula. Descender barrancos. Subir montañas.Tirar monedas. Pedir deseos. Deshojar margaritas. Regalar girasoles. Abrir un libro. Escupir poesía. Olvidar lo aprendido. Recordar lo olvidado. Aprender lo vivido. Vivir lo innimaginado. Imaginar lo lejano. Colorear un arcoiris. Dibujar contornos. Modelar lo inservible. Ver lo invisible. Eternizar lo finito. Enaltecer la basura. Hacer apología del absurdo. Pintar las paredes. Comerte a bocados. Ganar batallas. Perder la guerra. Deponer las armas. Quedarme a tu merced. Enloquecer o ser enloquecida. Amar con determinación suicida. Voltear las costuras. Calentar el invierno. Perseguir las sombras. Juguetear con la arena. Bañarse en un río. Reír por no llorar. Llorar de alegría. Ignorar la porfía. Apagar los cigarros. Vencer mis miedos. Hacerme la loca. Lanzar guijarros contra tu ventana. Darme a la fuga. Correr en círculos. Seguir veredas. Rajear las cuerdas de mi guitarra. Tocar el cielo. Absorber el universo. Observar lo inapropiado. Absolver al enemigo. Regocijarme en el pecado. Seguir flechas marillas. Componer canciones... Escribir relatos sin sentido, que tengan sentido por el simple hecho de decir por decir sin decir nada.

Tributo a la infancia (24 enero 08)

A esta entrada que ahora leeís le tengo mucho aprecio, la escribí hace un par de días en una noche tras estar todo el día estudiando, a las tres de la mañana y si lo hice fue porque es especial. Es tributo a la inocencia, a la infancia, a la fantasía y en general al cuento: mi querido compañero de infancia, el que derrumbó todas las barreras de los imposibles en los límites de mi imaginación. El que me abrió la puerta a la palabra escrita y me introdujo en el amor a la literatura del que nunca saldría. Esto es una reivindicación porque están asesianando a los niños y a los cuentos. Me motivó la canción que podeís escuchar en el espacio, escuchadla con atención, no tiene desperdicio. Ahí va, por los niños perdidos:

Buenas tardes señoras y señores
sacerdotes, damiselas y caballeros
reinas, mendigos y lores
vengo a comunicar aunque me duela la peor de las noticias
aunque ello torture sus conciencias:
hoy es día de lamento
pues despojado de su vida de inocencia,
HOY HA MUERTO EL CUENTO.

Ha muerto el cuento en un castillo muy, muy lejano
donde la imaginación ya no llega
no llega porque aburridos y aletargados
cortamos sus alas.
Porque ya sólo vuelan los aviones y los bosques son carreteras.
Porque la tierra se calienta y mure la primavera acosada por el verano
porque ya no hay niños que quieran
historias para poder dormirse.

Fue el cuento a morirse
cuando más falta hacía:
cuando se cambian cables y botones por la fantasía
y en los cajones los trompos y los disfraces dormitan.

Puede que el cocodrilo con el reloj dentro se comiera a Peter Pan
y nos dejara un Garfio dispuesto a agarrarse a cualquier cosa.
Puede que en el castillo de la Bestia cayera el pétalo de la rosa
que le unía a la vida,
que Bella presumida y altiva
eligiera al primer patán que pasara.
Hoy ha muerto el cuento, y las hadas
trabajan en esquinas y clubes de alterne.
Hoy los hombres de Julio Verne
utilizan su submarino para limpiar chapapote
o para hacer la guerra.
Hoy el Vagabundo dejará a la Dama por ser una perra.

Hamuerto la magia frente al negocio
¡fíjense! que el hada fue a casa de Gepetto para llevarse a Pinocchio
porque no tenía madre.

Prefieren menos personas y más marionetas.

Mentiras, más que mentiran nos mueven
poruqe ya no crecen las narices
fingimos que todos comen perdices
pero hay quien ni para pan tiene.

Aquí los protagonistas son los lobos
que dejan a los cerditos sin vivienda
que se comen a Caperucita
y a su abuela
y repiten plato.

Puedes besar a sapos y sapos
que si naciste Cenicienta
lucirás por siempre los harapos
que te colgaron de por vida.
Olvídate del príncipe, olvida
los zapatos de cristal que son para las princesas
bellas, despampanantes, voluptuosas, vacías e idiotas.

Cierra la boca
no te hagan comer la manzana como a Blancanieves
y seas por siempre preso de su veneno.
Que estas manzanas de las que hablo no son delicias
que, estas sí como las de Alicia
al tomarlas te haces más y más pequeño.

Ha muerto el cuento.
Pero no habrá duelo ni lágrimas por él
en estos hombres de hojalata.
Así vivimos... un mundo donde no hay cabida para los sueños
donde ya no existen ni los niños ni las nanas.

Déjenme contadles señoras y señores
auqnue no tengan ganas de oírlo
que la tortuga perdió frente a la liebre
y pese a no dejar de correr, nunca encontró la meta.
Los Pitufos abandonaron sus setas
para que se construyeran adosados.

Colorín colorado,
este y todos los cuentos se han acabado.
Mi corazón compungido llora en este momento
al decirle adiós a mi mejor amigo.

Quien lo conoció que no lo olvide
que retenga su recuerdo dentro.
Señoras y señores si aún le quedan voces,
canten este réquiem para el cuento.

De los pronombres (12 dic 07)

Me gustan los pronombres porque guardan puros y solícitos los secretos. Me gustan los pronombres porque dicen mucho hablando realmente poco. Me gustan los pronombres porque tras cada uno de ellos hay una vida, una persona o un conjunto de ellas; porque esconden tesoros enterrados profundamente (de los que ves sólo la cruz que marca su sitio). Me gustan los pronombres porque sin ellos tú dejarías de ser tú y yo no sé quién sería. Me gustan los pronombres porque al apagar la luz (cuando el sol se esconde avergonzado de brillar menos que nuestros ojos) y sobran las palabras, sólo ellos pueden romper el silencio sin quebrar la magia que se esconde entre los espesos cortinajes de las sombras. Me gustan los pronombres...

Yo: ser que es compendio de amor, melancolía y locura
expresión máxima de lo sin sentido,
estación obligatoria de la cobardía,
buscadora de los escondido,
enemiga acérrima del olvido (más si el amor anda por la cercanía)
sonrisa perpetua que a veces desfallece.
Flor escondida que nunca florece,
Prisión de alta seguridad para la palabra donde sufre las más horribles torturas,
locura, locura, locura....
Explosión de los sentidos,
amante de todo lo vivido.
Rondadora nocturna,
pescadora de estrellas.
Enigma sin resolver, esfinge y desierto.
Anatomista de cada recodo de tu cuerpo.
Amante secreta de la libertad.
Águila atrapada por las redes de lo imposible.
Amiga, secreto, lucha, poesía, alma, colores.
Cenicienta sin príncipe y manzana sin veneno.
Misericordia para lo malo, corazón para lo bueno...

Tú: ...Tú...tú sin palabras, sin sonidos
sin más descripciones que un pálpito acelerado,
un suspiro entrecortado,
una verdad a medias.
Tú... genial expresión de lo lejano estando cerca.
Tú, el peor de los pecados, el pecado no cometido.
Desparrame por el suelo de todo lo vivido que no es ya sino pasado.
Tú que das sentido a quien está a tu lado.
Ausencia de tí, vacío.
Pureza de lo impío,
llama del infierno y del paraíso.
Calma de la sed que nunca mi boca satisfizo.
Unidad indivisible de la palabra amor.
Atroz diana de las rimas escupidas por mi alma.
Portavoz de los discursos de mis sueños.
Melancolía, susurro, paz, sosiego, actividad y calma.
Noche estrellada,
príncipe sin zapato,
veloz huida,
garabato
de mis pinceles inexpertos.
No es cierto que no haya palabras para nombrarte, hay una, sólo tú.

Él: lejanía rotunda
aunque a veces cubierta de suspiros.
Miradas de soslayo.
Desconocido o amigo.
Sujeto a veces mencionado con cariño, a veces desinteresado.
Él... lejano, tan lejano...

Ella: quiebre de mi voz,
flor bella que te hechiza.
Epitafio de mis fantasías.
Destino donde mueren tus miradas.
Celos. Espinas clavadas.
Palabras heridas, poesía desgranada.
Ella... pesadilla inhumana...

Nosotros: suma infinitesimal del tú y el yo.
Idioma que se habla sólo con miradas.
Un sueño, un imposible, un quizás mañana.

El vosotros y el ellos mejor los dejo a un lado,
si te busco entre la gente y no estás tú
nada puede interesarme...

Me gustan los pronombres,
también los posesivos,
así nace mi más recóndito deseo:
que yo deje de ser yo y sea contigo.

Me gustan los pronombres...

(Esto es una excepción especial de no publicar nada de mi poesía, lo empecé en la facultad y lo continué en una clase de histología por ello ruego que perdoneís el crimen cometido, atentado contra la palabra. Si publico esta entrada es porque en un inicio no iba a ser poesía y cuando me di cuenta rimaba. Si la copio aquí es porque me apetece compartirla con quienes estaban a mi lado tragándose esa hora interminable. Lamento haberos hecho leer esto. Nada como el aburrimiento para ejercitar la imaginación pero para matar al arte... Besos a todos.

Del color de la magia (23 nov 07)

Bajo ese cielo cuajado de estrellas y esa capa fría de relente que caía sobre ellos se hizo un silencio de esos agradables, no de los que se hacen porque no se sabe lo que decir sino porque sobran las palabras. Un silencio lleno de pensamientos profundos, de deseos inabarcables e inaccesibles, de palabras que mueren sin ser dichas. Cada uno perdido en lo más íntimo de su ser. Estaba pasando algo, aquella música indescifrable del universo se estaba abriendo ante sus ojos, estaba viendo la magia.
- Estoy viendo la magia. Comentó ella.
Él sonrió, estaba acostumbrado a sus excentricidades, era lo que le hacía diferente a las demás. Realmente lo único por lo que valía la pena. Se quedó mirándola fijamente, los ojos que ponía cuando parecía que se quería comer el mundo. No tenía los ojos bonitos pero veían más allá...¨Él sonrió y le dijo: ¿crees en la magia?
Por un instante no supo qué era lo que pasaba por su mente, a los segundos ella sonrió como quién está se está deleitando con un exquisito manjar.

Había tenido mil veces esa conversación y nunca le cansaba, mil veces podía hablar de la magia que mil veces sería una conversación distinta y exquisita. Los matices, los matices de cada una de las veces era lo que importaba. Y los matices de esa conversación ya desde el principio, desde ese silencio tan intenso se presentaban irresistibles. Claro que creía en la magia, vivía por la magia, soñaba en ella, se imbuía en ella cada vez que se le presentaba la oportunidad.

-¿Acaso lo dudas? La magia es la ilusión de aquél que la mira, de aquél que la cree. Mira a los ojos de un niño ante un mago, que aunque represente los trucos más sencillos la verás: no en las manos del mago, sino en los ojos del niño. La magia brota en cada esquina, en cada calle, en cada plaza. El mundo está lleno de chisteras de la que salen conejos y palomas aunque las personas sólo vemos aquello que creemos y juzgamos que puede estar pasando. Lo fantástico, lo maravilloso, no tiene cabida... Yo he visto la mirada de un niño ante un juguete que le llama la atención, he visto los ojos de un anciano mirando una fotografía, he visto los versos de un poeta y la música de un loco bohemio que lo dejó todo por vivir; he visto las montañas moverse por un acto de fe, he visto levantarse al que estaba caido, he visto las lágrimas de alegría; he oído el aullido del lobo, la risa a carcajadas, las olas del mar... ese silencio que hace unos minutos nos separaba en cuerpo y nos unía en alma. ¿Cómo no voy a creer en la magia? Si a cada paso que doy me asalta, si está siempre ahí para quien sabe verlo. ¿y qué si soy como el niño que no busca el truco ni la artimaña que viene detrás? ¿y qué si no pienso en que como todo ser mortal la paloma nacida en ese sombrero morirá? ¿qué más da que esté trucada la baraja? Yo sólo quiero disfrutar del truco sin pensar en cómo ocurrió lo increíble. Creer que las cosas pueden suceder porque sí, sin explicaciones... Claro que creo en la magia: creo en esa sonrisa que estás poniendo al verme hablar acalorada, creo en este relente, en este cielo. Creo en ti, en esta noche, en el atardecer pasado y el amanecer futuro. Creo en los sueños hecho realidad y en los cuentos por el simple hecho de que hacen la vida divertida. Creo en la magia que se despliega cada vez que abres los labios y dejas escapar una palabra porque el aliento que las lleva me hace estremecer todo el cuerpo. Creo en la magia de lo que no se dice. Creo..que voy a besarte...

Y ahora, ¿crees tú en la magia?

¿Amor o libertad? (27 octubre 07)

Después de recibir el calor de quien lo incubaba durante un tiempo, ese huevo eclosionó. Una pequeña cabecita, sin plumas aún, saludó por primera vez a la vida, miró por primera vez al cielo que algún día surcaría y se dejó acariciar por primera vez por el sol. Cuando aún era pequeño no podía imaginar otro mundo más allá de aquellas ramitas que eran su casa. Allí con amor y paciencia lo alimentaron y cuidaron, allí le crecieron cada una de las plumas de sus alas. Pero un día sintió curiosidad por ver cómo sería volar, alzar sus alas y surcar el mundo a lomos del viento. Al principio se acercó poco a poco al filo de su rama y el simple pensamiento de lanzarse al vacío le atemorizó, reculó y se escondió al fondo de su nido. Pero al día siguiente, sus ganas de volar en lugar de haberse esfumado se habían multiplicado y se decidió a volver a mirar, aunque aún no probara la resistencia de sus alas. Día tras día volvía a asomarse, y cada vez el suelo le parecía más cercano, más pequeña la caída, pero aún así una empresa arriesgada. Mas las ganas de volar eran demasiado fuertes, hasta que un día cerró los ojos, se lanzó al vacío y vio que podía hacerlo. Sintió la frescura de la mañana en su cuerpo, la sal del mar salpicar sus plumas: ni en sus más alocados sueños podría haber imaginado que era así. Desde entonces supo que por eso había nacido para ser pájaro, que por eso le habían dado las alas: porque había nacido para ser libre...



A nosotros sin embargo, se nos da a elegir. No todos experimentan la necesidad de volar y los que lo hacen, no lo hacen todos de la misma forma: algunos son como el jilguero que se conforma con volar cuando su dueño le deja un rato abierta la jaula, otros como el águila altiva y solitaria, sin dueño ni cárceles. Yo experimenté y me enamoré del hecho de ser libre. Ahora me pregunto: ¿qué precio tendrán mis alas? El amor te impone barreras, es esa jaula abierta donde uno permanece porque quiere (o más grave en algunos casos porque debe) y de la que cada vez da más miedo salir. Ningún dueño quiere un pájaro que se aleje volando más allá de lo que puede alcanzar su vista, porque siempre le queda el temor de saber si volverá. Pero yo no puedo vender mis alas. Ya hice una vez como Ícaro y me acerqué tanto al sol que las alas se me derritieron y la posterior caída fue estrepitosa. Ícaro se mató en el intento, yo morí durante un tiempo hasta que esas alas volvieron a crecer. El precio de la libertad del águila, es la soledad ¿ o acaso habéis visto una bandada de águilas cruzar el cielo? Quizás es un alto precio, el más alto, pero ¿qué es de un águila en una jaula?. Pero es que además de águila soy poeta y ¿qué es de un poeta sin amor? Así que ambos sentimientos acaban siempre luchando el uno contra el otro y yo acabo volviéndome cada vez más loca. Pero si hay una cosa que sé, es que hoy ha vencido mi libertad y me he dado cuenta de que el mundo necesita demasiado amor como para monopolizarlo y venderlo íntegro al mejor postor. Así que mi amor es para todos pero para nadie y si me quieren robar el corazón (y puede que ya lo hayan hecho) que lo hagan, que yo me quedaré con mis alas.



Como buena poeta que soy lo más probable es que acabe cayendo y comiéndome cada una de estas palabras como me he tenido que comer tantas otras pero mientras tanto a la pregunta ¿amor o libertad? Sólo puedo contestar que a donde me lleven mis alas...

Hoy vuelvo a ti (12 sepriembre 07)

Hoy vuelvo a disfrutar con tu aroma y con tu olor a sal, con tus sonidos y tus colores. Hoy me baño en el inmenso mar que conjuga cada uno de mis versos y de mis sonrisas, que enjuga cada una de mis lágrimas, que acaricia cada retazo de mi piel. Hoy piso tu arena fina pero sin tamizar (xDDD) y siento un cosquilleo que nace en lo prufundo. Hoy me inundo y navego entre tus olas y voy y vengo por el vaivén de tus calles mientras que escucho el sonido de una guitarra. Hoy paseo por tu escasa pero para mi tan apreciada fronda y me acompañan las tórtolas enamoradas no entre ellas sino de ti. Hoy vuelvo a ti, la ciudad que sonríe al mundo mientras el mundo te mira por encima del hombro. Donde las penas y alegrías se unen de la misma forma en la letra de un pasodoble. Hoy mi corazón al ritmo chirigotero del tres por cuatro camina errante por tus calles llenas de vida, por tus casas que semicaídas guardan secretos en los antiguos muros. Veo cada grieta y cada herida y me pregunto cómo una ciudad tan vieja puede seguir siendo tan tan joven ( y es que la alegría rejuvenece). Sin ti soy un triste naúfrago a la deriva sin tierra y sin mar. Sin ti estoy en tierra de nadie por muy grande que sea el mundo y por mucho que anhele conocer cada rincón. Hoy vuelvo a ti para decirte que me iré y volveré a ti de nuevo para que me hagas sonreír con tu atardeceres, con el salero de tu gente, con el don que tienes de hacerme sentir mejor sólo recorriéndote. Cada rincón tuyo es tan mío como mi propio yo cada uno guarda un recuerdo entrañable en mi ser. Hoy vuelvo a ti para decirte que si estoy enamorada es de ti y de tu mar y de tu brisa que me hace sentir tan libre. Hoy vuelvo a ti para decirte que pase lo que pase quiero que siempre pueda decir hoy vuelvo a ti...

Caminos y primaveras (29 agosto 07)

Sentada en la vereda de un río y rodeada de esas libélulas azules, allá por el reino perdido de las hadas, empezó a escuchar un sonido que nunca antes había oído: la plenitud de la vida. El río se llevaba poco a poco el estrés y los desencantos que sin querer habían poblado su espíritu y su sonido le penetraba la piel, los sentidos, hasta llegar a lo más profundo de su alma. El agua limpia se llevaba toda la suciedad pantanosa que quedaba en su fondo, como campo árido renovado por la lluvia. Las vacas descansaban plácidamente en la otra orilla y los pájaros cantaban exultantes a su preciada libertad. Poco a poco empezó a oír un sonido grave que se aceleraba y sintió ganas de sonreír y llorar a la vez.
Desde su posición veía el camino que había recorrido y que pronto llegaba a su fin y vió el renacer de una nueva primavera. Cerró los ojos y recordó cada uno de sus pasos, cada una de las manos que le levantaron cuando había caído, cada piedra con la que cayó, cada sueño cumplido y roto, cada persona con la que se cruzó y le dejó compartir con ella un pedazo de su camino y sintió como el corazón se le llenaba de amaneceres aunque estuviera anocheciendo.
Cuando la noche ya lo cercaba todo, el fuego hizo su aparición y trajo sonidos del pasado y colores del ahora. Mientras, una meiga le susurraba al oído: por esto existen los cuentos... Y su pulso se aceleraba bajo las titilantes estrellas, porque ya sabía porqué existían los cuentos y sabía porque ocurrían en primavera. Sabía porqué olían las flores y comprendió el porqué de los caminos. Se le aceleró el corazón porque volvía a creer en la bondad humana...


Que más da hacia dónde lleven nuestros caminos. Somos caminantes solitarios que de vez en cuando nos encontramos a alguien andando a nuestro lado que llegó por un cruce del camino y decidimos ir juntos quién sabe hasta dónde o cuando. Hay quien busca la felicidad en llegar y va corriendo sin mirar a los que va a su lado y no ve ni los ríos ni los pájaros, ni saborea el agua fresca ni huele las flores (o el propóleo ¿no Jose?). Sólo sé que el camino nos regala un amanecer cada día, con el rocío cayendo como perlas sobre las hojas y las telarañas y sino no te paras a mirarlo nadie va a hacerlo por ti. Para qué las prisas con lo divertidas que son las pausas ( aunque por un rato, luego hay que levantarse y seguir caminando).
Quizás lleguemos a muchos de los cruces y no estén claras las señales, tendremos que jugárnosla y elegir: el camino podrás ser más fácil o más difícil pero da igual si nos lleva a un sitio a otro porque en realidad nuestra meta no es dónde sino un cuándo. Eligiremos nuestra forma de recorrer el camino, con quién y por dónde, nos llenaremos la cabeza con explicaciones de por qué tomamos nuestras decisiones cuando quizás son ellas las que nos eligen a nostros poruqe son las que nos dicen quién seremos.

...Entonces ella, a la vera del camino, bajo las estrellas, amó más que nunca lo que había caminado, a quién la había acompañado...Quizás fuera pronto tarde: ya estaba llegando al dónde, pero quién sabe cuando llegaría la meta final. Aún quedaban caminos por recorrer, senderos que cruzar, cuentos en los que creer, personas a las que conocer por primera vez o seguir conociendo. El camino la sorprendería en cada esquina, con sorpresas, alegrías, tormentas y anocheceres. Ya no miraba con tristeza el fin del camino sino con curiosidad el principio del siguiente destino. Los grillos empezaban a cantar sus cantos y sus pies se congelaban allá en el río. Se tumbó con una sonrisa en los labios y durmió. Si lo que más tarde escribió era cuento, reflexión o ensayo nadie lo supo. Hubo quien creyó que era realidad, otros que era cuento porque las hadas no existían. Quién sabe...

Sobre los sueños (24 julio 07)

Hoy ha sido un día peculiar. De nuevo volvió a llamar a mi puerta la necesidad de escribir: esa cantidad de ideas, de palabras agolpándose por salir, ese sentimiento extraño y feroz de que algo que llevo dentro cobra vida y sin embargo yo no puedo darle forma. Ese pálpito que no se tranquiliza hasta que sale al exterior de mejor o peor manera en forma de palabra escrita. Hoy he vuelto a sentir como ese sueño se apodera de mí y de mi ánimo. Y sin embargo como cada vez me veo más incapaz, como me voy dando cuenta que el camino con el que soñé desde niña quizás no esté a mi alcance.
Tenemos la suerte de haber nacido en un mundo libre, donde a pesar de algunas dificultades podemos decidir, donde nuestro destino nos pertenece. Miles de puertas se nos abren y se nos da a elegir una multitud de senderos y no sé cómo pero acabamos yendo todos en pelotón por sólo unos cuantos y casi siempre aquellos que no nos hacen felices.
Yo sé que es la felicidad: la felicidad es una niña pequeña a la que le gusta esconderse tras los sitios más insospechados: allí donde sólo la mente de un niño buscaría. No se la puede buscar de frente porque nunca se le ve: sin embargo siempre está ahí donde puedas verla sólo por el rabillo del ojo. Ella sí cree en los sueños, mientras a nosotros caminantes despistados, niños en el fondo pero atrapados en la mente de un adulto se nos obliga a dejarlos de lado. En eso consiste la madurez: en darte cuenta de que hagas lo que hagas nada cambiará, en que estamos en un mundo al que le mueve el egoísmo, la pereza, la tristeza… Acabamos encogiéndonos de hombros ante un mundo que no nos gusta, en un trabajo que no nos realiza, rodeado de gente a la que le mueve el interés. No hay sitio para el amor ni para los juegos. Y entonces, la felicidad que siempre es niña, se aburre y se va.
En nuestro mundo, si crees en algo con todas tus fuerzas cuando eres un niño es que eres inocente, si lo haces un poco más tarde es que aún eres joven; si lo haces con veintipico, treinta, cuarenta, cincuenta eres un loco; si lo haces más tarde eres un héroe. Podemos elegir seguir el camino marcado o internarnos en lo desconocido con la probabilidad de perdernos o (quién sabe) de encontrar la felicidad escondida tras la maleza. Pero hay demasiado en juego: dejar atrás la seguridad del camino es una locura, una opción impensable. Yo soy feliz pero veo como cada vez se alejan más mis sueños, como cada vez me es más difícil mirar al mundo con los ojos de niña, como mi destino utópico se tambalea ante la realidad del mundo y ante mi propia cobardía. Nos hacemos mayores mientras querríamos como Peter Pan permanecer siempre niños. Pero hoy he decidido quizás como la joven que aún soy o como la loca que comienza a ser, que aunque sea por ahora no me voy a dar por vencida: lucharé por cumplir mis sueños o lo que es más, mi destino, mientras me queden fuerzas o inocencia. Quizás aún soy joven pero creo que se puede cambiar el mundo, nuestro pequeño mundo al menos…

La magia de las pequeñas cosas (3 junio 07)

Mañana tengo un examen. Es de bioquímica humana general: 55 temacos ni más ni menos y aquí estoy escribiendo en el blog. Cualquiera diría que estoy loca (y no andaría muy desacertado) pero la cosa es que quería hacer honor a este fin de semana con este escrito. Creo que desde el jueves hasta hoy he batido mi record de horas en la biblioteca, casi todo el día pero aún así siento que ha sido un gran finde: el finde de las cosas pequeñas. Esas cosas son las que generalmente pasamos por alto, no las tenemos en cuenta porque no tienen tanta importancia como nuestras preocupaciones o nuestros problemas pero son las que configuran la felicidad. Son cosas que si las sabes apreciar, seguro te hacen feliz. Y es que es en las pequeñas cosas donde se ve el verdadero fondo de las personas. Dónde mejor encontrar el cariño de un amigo que en las cosas que te da cada día.

Es extraño pero cuando volvemos al pasado solemos recordar los momentos felices pero vemos con aún mayor intensidad cosas que quizás en su momento no tuvieron tanta importancia: una sonrisa, una mirada, una canción que sonaba de fondo... pequeñas cosas que valen millones. Si me preguntan: ¿qué has hecho este fin de semana? diría: estudiar. Si me dicen ¿cómo vas a recordar este fin de semana? Diría otra cosa. Diría que en un fin de semana de agobio he comido con una compañera y he sentido una unión, una identificación que no había visto hasta entonces. Diría que he tomado chocolate a las tres de la mañana con dos pedazos de amigas. Diría que me han regalado una piruleta y han encontrado la forma de darme ánimos (aunque sea con un avión de papel o una simple nota en mis apuntes de bioquímica). Que hay gente que se ha acordado de mí y me ha escrito sólo para contarme una buena noticia de algo bueno que le ha sucedido porque sabe que me hará muy feliz saber que esa persona es feliz. Lo que yo digo, un gran fin de semana de pequeñas cosas.

Y es que es lo de que verdad nos une. Somos todos muy diferentes y de formas de pensar opuestas quizás`pero estamos unidos por algo que va más allá de las palabras o las ideologías. Es como una magia que nos une por encima de todo y que hace posible que aún quede algo de humanidad en este mundo. Ponemos nuestro fondo en las pequeñas cosas sin darnos cuenta de cuánto significan esas miradas y esos gestos. En las pequeñas cosas nadie lleva máscaras ni finge porque no hay motivos para hacerlo ya que nadie las tiene en cuenta. Somos las pequeñas cosas que hacemos y que recibimos y me siento afortunada por ser capaz de apreciarlas. Tengo el corazón lleno de cosas y recuerdos pequeños y os puedo decir que hace tiempo que no tenía tan lleno el corazón.

Quizás deberíamos de fijarnos más en eso que nos regalan y dejar un poco de lado aquello que nos preocupa. Nuestras metas son altas, muy altas y siempre queremos más y cuando se nos va el tiempo, nuestro preciado tiempo y ya es tarde para recuperarlo nos damos cuenta de que no somos felices. Sed felices con las pequeñas cosas, es lo mejor que os puedo recomendar. de verdad de la buena que funciona. Os quiero ( y un te quiero es una de esas pequeñas cosas a las que me refería), sed felices: INA

Voy a poner un pequeño listado de pequeñas cosas que me han marcado de cada una de las personas que podeis leer esto:

Un "me importas mucho" cuando piensas que no le importas a nadie, un abrazo que no esperaba, un email que hace que sonría, una piruleta o un chupa chups, una tarde de lugares inexplorados, una mirada de compasión cuando no puedo más, un que te vaya bien por Londres, un vente, vente vente; un sms para decirme que lo has aprobado todo, una charla que dura horas, que alguien te llame hermana, un toque de vez en cuando, una mirada intensa que no sabes que significa, un quita penas en compañía, una comida o una cena con los compis, una nota de cachondeo, un Ina: he aprobao el carnet, un beso sin ser ni saludo ni despedida, una llamada una vez por semana, una charla aunque sea cada mucho tiempo pero intensa, un te echo de menos, un marcapáginas de papel, unas pegatinas de Winni de Pooh XD, un contamos contigo para este verano y un larguísimo etc.... sois lo que haceís, y lo que haceís es mágico: sois pura magia. Os quiero. Amad y sentirse amados.