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domingo, 20 de noviembre de 2011

Un día salí a la noche y quise una estrella. En universo se expandió y se contrajo. Pero nada, absolutamente nada, de lo que hiciera, sirvió para alcanzarla.

Una noche salí al día, y quise que no se apagaran las horas de luz. El sol danzó ante mis ojos. Pero nada, absolutamente nada , de lo que hiciera me sirvió para alcanzar un solo rayo.

Entre una noche y una mañana, esperando, recogí el rocío del amanecer. Quise atraparlo. Pero nada, absolutamente nada, me sirvió para atreverme a levantar los ojos y mirarlo.

A mis espaldas, sin que yo pueda verlos, escondiéndose entre las sombras, me siguen a diario una estrella, un rayo de sol y mil amaneceres. Yo sigo buscándolos en el cielo. Y ellos siguen jugueteando conmigo en la tierra. A veces pienso que debí estudiar astronomía.

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