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domingo, 9 de mayo de 2010

¿Amor o libertad? (27 octubre 07)

Después de recibir el calor de quien lo incubaba durante un tiempo, ese huevo eclosionó. Una pequeña cabecita, sin plumas aún, saludó por primera vez a la vida, miró por primera vez al cielo que algún día surcaría y se dejó acariciar por primera vez por el sol. Cuando aún era pequeño no podía imaginar otro mundo más allá de aquellas ramitas que eran su casa. Allí con amor y paciencia lo alimentaron y cuidaron, allí le crecieron cada una de las plumas de sus alas. Pero un día sintió curiosidad por ver cómo sería volar, alzar sus alas y surcar el mundo a lomos del viento. Al principio se acercó poco a poco al filo de su rama y el simple pensamiento de lanzarse al vacío le atemorizó, reculó y se escondió al fondo de su nido. Pero al día siguiente, sus ganas de volar en lugar de haberse esfumado se habían multiplicado y se decidió a volver a mirar, aunque aún no probara la resistencia de sus alas. Día tras día volvía a asomarse, y cada vez el suelo le parecía más cercano, más pequeña la caída, pero aún así una empresa arriesgada. Mas las ganas de volar eran demasiado fuertes, hasta que un día cerró los ojos, se lanzó al vacío y vio que podía hacerlo. Sintió la frescura de la mañana en su cuerpo, la sal del mar salpicar sus plumas: ni en sus más alocados sueños podría haber imaginado que era así. Desde entonces supo que por eso había nacido para ser pájaro, que por eso le habían dado las alas: porque había nacido para ser libre...



A nosotros sin embargo, se nos da a elegir. No todos experimentan la necesidad de volar y los que lo hacen, no lo hacen todos de la misma forma: algunos son como el jilguero que se conforma con volar cuando su dueño le deja un rato abierta la jaula, otros como el águila altiva y solitaria, sin dueño ni cárceles. Yo experimenté y me enamoré del hecho de ser libre. Ahora me pregunto: ¿qué precio tendrán mis alas? El amor te impone barreras, es esa jaula abierta donde uno permanece porque quiere (o más grave en algunos casos porque debe) y de la que cada vez da más miedo salir. Ningún dueño quiere un pájaro que se aleje volando más allá de lo que puede alcanzar su vista, porque siempre le queda el temor de saber si volverá. Pero yo no puedo vender mis alas. Ya hice una vez como Ícaro y me acerqué tanto al sol que las alas se me derritieron y la posterior caída fue estrepitosa. Ícaro se mató en el intento, yo morí durante un tiempo hasta que esas alas volvieron a crecer. El precio de la libertad del águila, es la soledad ¿ o acaso habéis visto una bandada de águilas cruzar el cielo? Quizás es un alto precio, el más alto, pero ¿qué es de un águila en una jaula?. Pero es que además de águila soy poeta y ¿qué es de un poeta sin amor? Así que ambos sentimientos acaban siempre luchando el uno contra el otro y yo acabo volviéndome cada vez más loca. Pero si hay una cosa que sé, es que hoy ha vencido mi libertad y me he dado cuenta de que el mundo necesita demasiado amor como para monopolizarlo y venderlo íntegro al mejor postor. Así que mi amor es para todos pero para nadie y si me quieren robar el corazón (y puede que ya lo hayan hecho) que lo hagan, que yo me quedaré con mis alas.



Como buena poeta que soy lo más probable es que acabe cayendo y comiéndome cada una de estas palabras como me he tenido que comer tantas otras pero mientras tanto a la pregunta ¿amor o libertad? Sólo puedo contestar que a donde me lleven mis alas...

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