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sábado, 22 de mayo de 2010

Ir a la luna

Me llamo Lilith. Lilith Anam. Bonito nombre para la dama lírica de un cuento. Sólo que esto no es un cuento. Y yo nunca fui una dama.
Necesito ayuda. Y mi problema es bien sencillo: quiero ir a la Luna. No repararé en gastos ni agasajos para la persona que consiga llevarme. Me va la vida en ello. Verdaderamente en ello.

Un tal monsier no-sé-qué me prometió hace meses un cohete. Le di el dinero necesario para que fuera comprando los materiales y preparando el viaje… aún no he sabido nada de él y ya he perdido la esperanza de volver a verlo. Eso para que os fieis de los franceses que se autodenominan monsier.

La historia es bien sencilla. Es una historia de amor. Como todas las historias pero algo diferente. Porque él está al otro lado de la Luna.
Al principio comenzó como todo: con un escalofrío y un bocado en el estómago. Yo había recorrido todos los lugares del mundo, de boca en boca, de barra en barra…y ebria como cada noche, envuelta en perfumes baratos, imitaciones de Chaneles…volvía a mi habitación en el cuarto piso de una casa del centro.

He de decir que soy poeta. Y puta. Pero tengo más vocación por lo primero. Por ello tenía todos los estantes de mi estudio llenos de papeles desordenados y libros apilados. Por ello también, y es lo que importa, tengo un sentido del romanticismo poco práctico para el día a día.
Como iba diciendo llegué, tacones en mano como siempre por los malditos escalones irregulares de la escalera, y salí a la azotea porque me diera un poco el aire. Estaba mareada.
Me tumbé en el suelo y miré a las estrellas (era una noche calurosa de verano).

Entonces lo sentí: el escalofrío y un bocado en el estómago. Y supe que me estaba mirando, en la luna sí…en la luna…que me miraba llena y brillante, tan grande como nunca. Y supe que era amor. Porque el cielo sonreía, y la luna sonreía y las estrellas parpadeaban incrédulas de que a alguien como a mí me pudiera pasar algo parecido. Que alguien como él…príncipe de la noche en los cielos…se fijara en mí…sierva de la noche en la tierra.

Porque sólo un príncipe podía conjurar a la brisa para que me acariciara la piel de esa manera…como si fueran sus manos…y sólo él podía hacer que la música silenciosa del universo murmurara entonces dentro de mí esa danza desenfrenada…pum pum pum pum…

Quien crea que me hallaba bajos los efectos del alcohol o alguna droga…, piensa como lo hice yo a la mañana siguiente cuando me despertó el sol en la azotea. Fue todo un buen sueño…un buen viaje y poco más… Pero me inspiró tanto que estuve escribiendo todo el día y toda la tarde…destrozándome los sentidos para buscar las palabras más precisas. Se me olvidó desayunar, y almorzar. Cuando me percaté había caído la noche. Me vestí: vaqueros y camiseta, ni maquillaje ni perfume. Y subí a la azotea, con la intención de pasar la noche allí. Rememorando una de las mejores veladas de mi vida, aunque la creara yo.

Pero vaya usted a saber por qué, él me estaba esperando, en la Luna. Había salido temprano para no perder ni un minuto y el universo reía a carcajadas de una manera… que sólo podía significar amor.

Bailamos en un frenesí de suspiros y me vi reflejada en las pocas nubes que osaban allanar nuestro trocito de cielo. Tiramos del mantel del universo y volcamos platos, vasos, estrellas y cometas. Murmurando sin sentidos y sintiendo sin murmullos de asombro. Como si nos hubiéramos conocido de siempre. Como si cada noche él me hubiera visto partir desde la Luna sin atreverse a sonreírme.

¡Ay pero la Luna queda tan lejos!... Durante el día estaba ensimismada…apenas salía… sólo escribía…el contestador se fue llenando…y con el tiempo vaciando de mensajes. La noche ya sólo era mía y suya. Dejé el trabajo porque las esquinas se ven desde el cielo. Perdí el alquiler.
Y vagué, vagué, vagué… a su lado pero tan lejos… Que de repente no me bastaba que los cielos sonrieran… quería verle pero cara a cara, fundirme en su abrazo, reflejarme en sus ojos. Corretear por los campos áridos lunares y flotar con los vientos celestes. Plantar girasoles en los cráteres y hacer sombras chinescas en la cara oculta de la luna.

¡Y en los días de luna nueva!.. Me encerraba en mi cuarto y cerraba las persianas por no ver el cielo sin él…por no escuchar su silencio… Cuando perdí mi casa pasaba la noche en los bares…cuanto más ruidosos y concurridos, mejor…Para que al menos mi huérfana piel sintiera el contacto con la vida, en medio de la muchedumbre.

Y durante el día pido cohetes, malvendo poemas, miro al cielo y maldigo al sol.

Me llamo Lilith. Lilith Anam. Esto no es un cuento. Yo nunca fui una dama. Y mi problema es bien sencillo: quiero ir a la Luna.






["La gente tiene estrellas que no se parecen nada. Para los que viajan, las estrellas son guías. Para otros, no son más que lucecitas. Para los sabios son problemas. Para mi hombre de negocios eran oro. Pero todas esas estrellas están calladas. Tú tendrás estrellas como nadie las tiene.

- ¿Qúe quieres decir?

- Que cuando mires al cielo por la noche, como viviré en una de ellas, como reiré en una de ellas, para ti será como si rieran todas las estrellas. ¡Tú tendrás estrellas que saben reír!."

El Principito. Antoine de Saint-Exupery


A todos mis amores platónicos.]

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