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domingo, 9 de mayo de 2010

Caminos y primaveras (29 agosto 07)

Sentada en la vereda de un río y rodeada de esas libélulas azules, allá por el reino perdido de las hadas, empezó a escuchar un sonido que nunca antes había oído: la plenitud de la vida. El río se llevaba poco a poco el estrés y los desencantos que sin querer habían poblado su espíritu y su sonido le penetraba la piel, los sentidos, hasta llegar a lo más profundo de su alma. El agua limpia se llevaba toda la suciedad pantanosa que quedaba en su fondo, como campo árido renovado por la lluvia. Las vacas descansaban plácidamente en la otra orilla y los pájaros cantaban exultantes a su preciada libertad. Poco a poco empezó a oír un sonido grave que se aceleraba y sintió ganas de sonreír y llorar a la vez.
Desde su posición veía el camino que había recorrido y que pronto llegaba a su fin y vió el renacer de una nueva primavera. Cerró los ojos y recordó cada uno de sus pasos, cada una de las manos que le levantaron cuando había caído, cada piedra con la que cayó, cada sueño cumplido y roto, cada persona con la que se cruzó y le dejó compartir con ella un pedazo de su camino y sintió como el corazón se le llenaba de amaneceres aunque estuviera anocheciendo.
Cuando la noche ya lo cercaba todo, el fuego hizo su aparición y trajo sonidos del pasado y colores del ahora. Mientras, una meiga le susurraba al oído: por esto existen los cuentos... Y su pulso se aceleraba bajo las titilantes estrellas, porque ya sabía porqué existían los cuentos y sabía porque ocurrían en primavera. Sabía porqué olían las flores y comprendió el porqué de los caminos. Se le aceleró el corazón porque volvía a creer en la bondad humana...


Que más da hacia dónde lleven nuestros caminos. Somos caminantes solitarios que de vez en cuando nos encontramos a alguien andando a nuestro lado que llegó por un cruce del camino y decidimos ir juntos quién sabe hasta dónde o cuando. Hay quien busca la felicidad en llegar y va corriendo sin mirar a los que va a su lado y no ve ni los ríos ni los pájaros, ni saborea el agua fresca ni huele las flores (o el propóleo ¿no Jose?). Sólo sé que el camino nos regala un amanecer cada día, con el rocío cayendo como perlas sobre las hojas y las telarañas y sino no te paras a mirarlo nadie va a hacerlo por ti. Para qué las prisas con lo divertidas que son las pausas ( aunque por un rato, luego hay que levantarse y seguir caminando).
Quizás lleguemos a muchos de los cruces y no estén claras las señales, tendremos que jugárnosla y elegir: el camino podrás ser más fácil o más difícil pero da igual si nos lleva a un sitio a otro porque en realidad nuestra meta no es dónde sino un cuándo. Eligiremos nuestra forma de recorrer el camino, con quién y por dónde, nos llenaremos la cabeza con explicaciones de por qué tomamos nuestras decisiones cuando quizás son ellas las que nos eligen a nostros poruqe son las que nos dicen quién seremos.

...Entonces ella, a la vera del camino, bajo las estrellas, amó más que nunca lo que había caminado, a quién la había acompañado...Quizás fuera pronto tarde: ya estaba llegando al dónde, pero quién sabe cuando llegaría la meta final. Aún quedaban caminos por recorrer, senderos que cruzar, cuentos en los que creer, personas a las que conocer por primera vez o seguir conociendo. El camino la sorprendería en cada esquina, con sorpresas, alegrías, tormentas y anocheceres. Ya no miraba con tristeza el fin del camino sino con curiosidad el principio del siguiente destino. Los grillos empezaban a cantar sus cantos y sus pies se congelaban allá en el río. Se tumbó con una sonrisa en los labios y durmió. Si lo que más tarde escribió era cuento, reflexión o ensayo nadie lo supo. Hubo quien creyó que era realidad, otros que era cuento porque las hadas no existían. Quién sabe...

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