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domingo, 9 de mayo de 2010

Exactamente todo

Érase una vez una boca. Sí lo sé: yo y mi fijación con las bocas, qué vamos a hacerle. El caso es que no puedo cambiar el cuento porque faltaría a la verdad y eso no me lo perdonaría, así que no era una nariz, ni unos ojos... sino una boca.

Vista desde fuera, era la más común de las bocas: unos dientes, unos labios, una lengua...nada que la diferenciara de las otros tantos millones de máquinas de masticar, salivar y escupir palabras que andaban por las calles... y sin embargo, algo había que me hacía pensar que no era cualquier boca.

Era un sentimiento extraño, de estos que asaltan a una sin saber muy bien por qué. De estos que mezclas con tu locura cotidiana y que se alzan con una idea fija, más allá de la realidad y de la cordura.

Algo escondía, algo escondía esa boca...

Y de repente, me vi con licencia (no sé si me la dió mi mente o mi cuerpo, mis ojos, o el dedo meñique de mi pie derecho) para indagar. Me convertí en detective privado por así decirlo, sin ton ni son, sin comerlo ni beberlo, sin esperarlo ¡yo desentrañadora de misterios! ¡de secretos guardados! (guardados tras los labios).

Rápidamente me puse a hacer la maleta con todos los útiles que pensé podrían servirme para la tarea. Recordé a todos los detectives de los cuentos y de los dibujos animados de cuando niña...no me sirvió ninguno...Ellos no sabían de bocas...

Improvisé. Unos fósforos, mis marionetas y mis cuentos, un par de caramelos...y ya llevaba de más. Era tanto peso mi miedo, más lo que llevaba de fuera...que me sobraba todo...o prácticamente todo...sí, todo...exactamente todo...

Y busqué...busqué a esa boca que un día vieron mis ojos y escucharon mis oídos...pero no la encontraba... no la encontraba...
Hasta que por casualidad, volvió un día a cruzarse con mis ojos, que le gritaron a mis oídos, que le gritaron a mis pies, que le gritaron a mi boca y mi cuerpo entero que temblaba de pies a cabeza... Y en ese chillido interminable, en ese estremecimiento ajeno y propio (de mis miembros por separado y de mí misma al completo) me fui acercando, farfullando cuentos de atrás a delante, mezclándolos todos...intentando sacar mi único arte.

Y esa boca, que escondía algo sí o sí, dejó escapar el primero de sus secretos que era una sonrisa...no una sonrisa como la de los otros millones de bocas sino una llena de luz y de todo...o prácticamente todo...sí, todo...exactamente todo... Un terremoto de comisuras y dientes, abismo entre infinitos...
Y ya no había marcha atrás, ya no podía dejar de escuchar lo que esa boca, cuyo segundo secreto era la palabra afilada y precisa...tenía que decirme. Ya se habían cerrado las puertas de salida, y con llave.

Estaba atrapada... en las llanuras abisales de esa boca que aún no comprendía y que aún hablaba a unos palmos de mi boca...y lo decía todo...o prácticamente todo...sí, todo....exactamente todo. Y yo en el último intento de que mi boca acabara siendo algo ante esos ojos (que se merecerían de por sí otro cuento...o exactamente todo...) encencí mis fosforillos, para esparcir algo de fuego fugaz y luz propia y le invité a caramelos para que tuviera algo dulce que morder y saborear. Y reía...ahora reía... y ya no era ni el tercer ni el cuarto secreto sino todos los secretos en esa fina lluvia regeneradora, saliva cálida de la primavera temprana y de la mañana naciente.

Y me quedé sin armas ni ardides, sin tácticas ni estrategias...a un palmo de mi boca...esa boca y sus secretos... Porque algo escondía y yo lo sabía...detective inexperta...Lengua indecente que ahora no sabe explicar el secreto que entrevió...

Porque no se puede...
porque no se puede...
al menos yo no puedo...
explicar un beso.


[dedicado a la boca que se esconde, tras las cuerdas y los acordes de mi guitarra]

1 comentario:

  1. Me encanto Ina, siempre te recuerdo..mil besos.gonzalo desde argentina.

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