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domingo, 9 de mayo de 2010

Del color de la magia (23 nov 07)

Bajo ese cielo cuajado de estrellas y esa capa fría de relente que caía sobre ellos se hizo un silencio de esos agradables, no de los que se hacen porque no se sabe lo que decir sino porque sobran las palabras. Un silencio lleno de pensamientos profundos, de deseos inabarcables e inaccesibles, de palabras que mueren sin ser dichas. Cada uno perdido en lo más íntimo de su ser. Estaba pasando algo, aquella música indescifrable del universo se estaba abriendo ante sus ojos, estaba viendo la magia.
- Estoy viendo la magia. Comentó ella.
Él sonrió, estaba acostumbrado a sus excentricidades, era lo que le hacía diferente a las demás. Realmente lo único por lo que valía la pena. Se quedó mirándola fijamente, los ojos que ponía cuando parecía que se quería comer el mundo. No tenía los ojos bonitos pero veían más allá...¨Él sonrió y le dijo: ¿crees en la magia?
Por un instante no supo qué era lo que pasaba por su mente, a los segundos ella sonrió como quién está se está deleitando con un exquisito manjar.

Había tenido mil veces esa conversación y nunca le cansaba, mil veces podía hablar de la magia que mil veces sería una conversación distinta y exquisita. Los matices, los matices de cada una de las veces era lo que importaba. Y los matices de esa conversación ya desde el principio, desde ese silencio tan intenso se presentaban irresistibles. Claro que creía en la magia, vivía por la magia, soñaba en ella, se imbuía en ella cada vez que se le presentaba la oportunidad.

-¿Acaso lo dudas? La magia es la ilusión de aquél que la mira, de aquél que la cree. Mira a los ojos de un niño ante un mago, que aunque represente los trucos más sencillos la verás: no en las manos del mago, sino en los ojos del niño. La magia brota en cada esquina, en cada calle, en cada plaza. El mundo está lleno de chisteras de la que salen conejos y palomas aunque las personas sólo vemos aquello que creemos y juzgamos que puede estar pasando. Lo fantástico, lo maravilloso, no tiene cabida... Yo he visto la mirada de un niño ante un juguete que le llama la atención, he visto los ojos de un anciano mirando una fotografía, he visto los versos de un poeta y la música de un loco bohemio que lo dejó todo por vivir; he visto las montañas moverse por un acto de fe, he visto levantarse al que estaba caido, he visto las lágrimas de alegría; he oído el aullido del lobo, la risa a carcajadas, las olas del mar... ese silencio que hace unos minutos nos separaba en cuerpo y nos unía en alma. ¿Cómo no voy a creer en la magia? Si a cada paso que doy me asalta, si está siempre ahí para quien sabe verlo. ¿y qué si soy como el niño que no busca el truco ni la artimaña que viene detrás? ¿y qué si no pienso en que como todo ser mortal la paloma nacida en ese sombrero morirá? ¿qué más da que esté trucada la baraja? Yo sólo quiero disfrutar del truco sin pensar en cómo ocurrió lo increíble. Creer que las cosas pueden suceder porque sí, sin explicaciones... Claro que creo en la magia: creo en esa sonrisa que estás poniendo al verme hablar acalorada, creo en este relente, en este cielo. Creo en ti, en esta noche, en el atardecer pasado y el amanecer futuro. Creo en los sueños hecho realidad y en los cuentos por el simple hecho de que hacen la vida divertida. Creo en la magia que se despliega cada vez que abres los labios y dejas escapar una palabra porque el aliento que las lleva me hace estremecer todo el cuerpo. Creo en la magia de lo que no se dice. Creo..que voy a besarte...

Y ahora, ¿crees tú en la magia?

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