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domingo, 9 de mayo de 2010

En el corazón tengo (agosto 08)

En el corazón tengo un par de heridas profundas...y por ellas escapan mis palabras. Se escapan mis palabras y se esconden más allá, mucho más allá de donde pueda ir a buscarlas, entre casas con piso de tierra y techo de cinc. Tengo un par de heridas en el corazón, y por ellas huye mi cariño hacia quien sepa encontrarlo. Y él también se esconde, como un vagabundo huye hasta donde alguien en su infinita compasión y paciencia quiera recogerlo. Tengo un par de heridas en el corazón y por ellas huyen y se expanden mis verdades, y se quedan regadas, como rocío, sobres las hojas de un platanero o de una planta de café, donde se absorben y se mezclan con su savia.

Tengo herido el corazón y por sus rendijas se escapa mi amor y se eleva hasta el cielo, hasta juguetear con las estrellas y hacerle guiños a la luna. Y huye mi fe y se entretiene a la orillita de dos mares diferentes y en la arena dibuja alas y escribe nombres.

¿y Qué voy a hacer yo sin mis palabras, sin mi fe, sin mi cariño, sin mi amor y desprovista de verdades? ¿qué hacer sino coser mis heridas y esperar a que cicatricen?

Y entonces con el corazón de nuevo hecho sólo uno, tendré que volver a hacerme vagabunda, peregrina eterna por los caminos del mundo, para ir a recoger mi cariño de allá por donde ande. Encontrarme con quien guardó algún trocito que por ahí recogiera y quiera devolvérmelo empapado en el sutil aroma de su propio cariño.

Pasear por la orilla de los mares e ir buscando mi fe y de nuevo pintar alas y escribir nombres, y repasar aquellos que la marea, traviesa, haya alcanzado.

Trepar un arcoiris hasta el cielo y allí esperar la noche, para capturar a mi amor y dejar marcas de besos en cada estrella y hacer sombras chinescas en la cara oculta de la luna con mi cuerpo y tu cuerpo como únicos testigos.

E ir al otro lado del mundo y recoger mis verdades y comérmelas y bebérmelas una a una, con el saborcillo a café dulce y a leche con banano de los desayunos frente al limonero. Y que entonces ya no sean mis verdades, sino las verdades de la tierra y de sus frutos...

Y mis palabras quizás no quieran volver conmigo y me seguirán dejando muda. Para enseñarme que las cosas bellas, las cosas amadas, las cosas pequeñas no necesitan ser nombradas sino simplemente sugeridas con el más leve susurro. Que quien ya las admira, que el que ya las ama, que el que ya las engrandece no necesita sino indicios.

Así pues aquí quedan las últimas palabras que me quedaban para compartir. Quién sabe si mi corazón lleno de cicatrices, en sus idas y venidas por los senderos del mundo tras recoger sus verdades, su cariño, su fe y su amor, podrá de nuevo dar vida a la palabra y compartirlas con ustedes, con vuestros corazones en este humilde blog. Hasta entonces, adiós y buena suerte.

A mis dos heridas...abuela, Nicaragua...

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