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domingo, 9 de mayo de 2010

Hoy vi pasar un río (con amor para Mario)

"Esta entrada se la dediqué hace un año, con el título "Con amor para Mario", a Mario Benedetti. Al día siguiente, fue el día que murió. Cuando me lo dijeron, no podía creérmelo. Borré la entrada. Pero, pensándolo mejor, he creído que aunque no tenga mucho sentido subirla porque es un poco rara, sigue siendo un homenaje hacia la persona que más me ha hecho sentir con sus relatos y sus poesías. Si podeís, leed Hoy y la alegría, es muy grande. Los párrafos entrecomillados son sacados literalmente de ese relato.



Hoy vi pasar un río. Y sonreí. No todos los días ve una pasar un río. La verdad es que tuve suerte.
Hoy vi pasar un río y en el sorpresivo encuentro jugueteé a adivinar sus peces y sus algas, su fondo. Contuve el aliento al remojarme los pies en su frío abrazo. Y chapoteé, mojándome los bajos de unos (ya de por sí) desastrados pantalones. Lodo, agua dulce y libertad: panacea de una tarde de primavera.
Pasó un río, y en un curioso abrir y cerrar de ojos, el engranaje de los relojes se quedó paralizado y el universo, expectante, dejó de desordenarse. En algún lugar temblaría una estrella.
Correteé a la vereda no sé si huyendo de mi sombra o devorando el camino. Trastabillé como siempre, me reí como nunca.
Los pájaros arremolinados, sorprendidos por mi desacostumbrado despliegue de energía, se preguntaban a dónde iría, de dónde vendría y si no habría perdido el norte.
Yo en mí misma, arremolinada, sorprendida por el desacostumbrado divagar de los pájaros, me preguntaba cómo volaría, desde dónde me lanzaría y si no estaría ganando el sur.
Hoy vi pasar un río y “poco importaba que no fuera domingo ni primavera, igual me sentía dispuesta a que algo extraordinario me purificase”. Y mis roquillas y mi mar me miraron con descaro y a su hipotética pregunta no pronunciada, les contesté ¿por qué no?
El sol me susurró hasta mañana. El río continuaba imparable, no sé bien si hacia el mar (a pesar de lo que digan todos los libros de geografía e historia natural) o si decidiría, en algún momento torcer en un recodo y susurrar también hasta mañana.
Nada puede parar un río. Ni los absurdos intentos de ponerles embalses y presas. Todo lo lleva o lo erosiona, o lo mece como las hojas que, caducas, se dejaron caer.
Yo, cansada de correr me tumbé en una sombra y musité: “hoy y la alegría”. Así, desordenadamente,” hoy y la alegría”. Porque me había dejado llevar por el impulso supremo, por el juego inabarcable. Me dejé guiar por el río, sus orillas y riberas.
Y es que el amor, inmenso río, no puede pararse.
“Hoy y la alegría, sin vacilar, sin pensar en rehusarla, sin alejarme obsesivamente, sin hacer nada, sin hacer absolutamente nada”.
“Por eso le puse a este espacio hoy y la alegría. Sencillamente , hoy y la alegría porque era la cúspide, el apogeo de mi juego, de la terrible tensión seguida del agotamiento de ese mismo juego, de la terrible desaparición de usted. Era el tiempo en su exacto valor: el hallazgo y la pérdida, el consuelo y la desesperanza”.
“Y todo lo cumplí”.

[Sin venir a cuento: un soberano abrazo por el anciano anónimo que hoy potenció la fuerza y la buena energía para que naciera esta historia. Bravo a él y a la pareja que bailaba sin música (eso quizás os lo comente en otra ocasión…]

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